miércoles

Hitos

Encontré esto en unas anotaciones de hace fuuuuuu:

Y en todo este tiempo he descubierto tantas cosas. Sobre todo que desde que tú te fuiste las cosas mejoraron impresionantemente. Recuerdo los cuatro años que estuviste en mi vida y sé que ahora puedo mirarlos sin rencor y sin miedo. Ahora soy capaz de separar las cosas buenas y quedarme con ellas sin atarme. Hace tres años, cuando decidiste irte, la mujer que fui hasta ese entonces se fue contigo. Se fue triste, parca, disminuida, traicionada. Se fue siguiendo tus espaldas como siempre. Pero como si solo le hubieran quitado la cáscara casi podrida, se quedó otra mujer celebrando la vida. Le costó reconocerse y saberse entera, pero cuando se vio al espejo y descubrió que ahora sí empezaba la vida, cayó de rodillas y agradecida derrotó al último demonio. Valiente y feliz, llena de retos y de sueños nuevos, que la mujer oscura no hubiera imaginado. Desde que tú te fuiste han cambiado las cosas. Más que cambiar, han empezado. Es como si se cerrara totalmente algo. Es como si se abriera algo, no totalmente aún pero se va abriendo y el descubrimiento es alucinante. Procuro no pensar en todo lo que hubiera perdido si me quedaba con la mujer que conociste y te amó. Porque es un mundo paralelo al que no quiero remitirme más. Como te digo, ahora puedo mirar en perspectiva las cosas y saber que también esa mujer fue feliz.

Eso, ahora que estoy pensando en las cosas que han pasado en mi vida en estas décadas, no puedo dejar de anotar esto. Sin duda si en mi vida ha habido un antes y un después, precisamente ese después empezó hace como cinco años, cuando se acabó la relación con este novio con el que estuve tanto tiempo. Fue muy feo terminar porque, según yo, mi vida afectiva estaba resuelta totalmente y yo iba a ser feliz el resto de mi vida. Pero no fue así, el castillito de naipes se cayó y yo me quedé sin nada a qué asirme. A veces es necesario quedarse sin nada para entender la verdadera riqueza. Cuando pasó todo esto me derrumbé, no podía dejar de llorar, de sufrir, de preguntarme tantas cosas, de echarme la culpa... en fin, fue horrible. Pero fue necesario tocar el fondo para emerger. Poco a poco fui comprendiendo que una no necesita de otro o de otros para ser feliz y para estar completa.

Todo el tiempo que me llevó superar el asunto y el tiempo que ha pasado desde eso ha sido el mejor tiempo de mi vida, con reveses, sí, pero el mejor tiempo. No puedo dejar de pensar que la decisión de él de terminar conmigo fue la mejor decisión que alguien pudo haber tomado por mí en la vida, y la decisión de al fin olvidar fue la mejor decisión de la vida. El hecho de haberme descubierto como me descubrí, como me estoy descubriendo, es quizá la aventura más hermosa. El saber que superé un dolor tan grande es saber que puedo superar cualquier cosa y que de pronto hay dolores que no son tan fuertes. Eso. Definitivamente esa experiencia fue para mí un hito, fue el comienzo de muchas cosas y muchas cosas buenas. Lo agradezco... Tanto lo agradezco que ya no existe rencor... que de nuevo hay ganas de enamorarse.

martes

Falta un mes...

Eso, que falta un mes para cumplir 30 y estoy como un poquito angustiada. La verdad no sé por qué, no creo que la vida me cambie al pasar de década, pero es que es como raro sentir que tus 20 se acaban así sin más y 30 suena a tantos años. Bueno, no puedo decir que me sienta vieja, no para nada, quizá me siento adulta. Cuando tienes 20 y tantos es como que todavía tienes ese salvoconducto de actuar como un adolescente jeje. A los treinta ya eres un adulto. En fin, quizá me equivoque, pero algo que sí espero hacer en este tiempo es evaluar estos años pasados y vividos y revividos, limpiar la casa y recibir a la nueva década como se merece: con bombos y platillos y con muchas esperanzas y expectativas. Ah, y por si acaso ya me compré unas cremas buenazas para prevenir las arrugas. ¡A festejar!

lunes

Meme

Aquí un meme que mandó mi amigo Pablito al otro blog. Como el otro blog no trata estos temas tan light jeje, va en este. Me recuerda a los curiosos del colegio.


TENGO

Yo tengo: un diccionario de la RAE de 1834, que es uno de mis tesoros
Yo deseo: irme pronto de vacaciones y volver a Madrid algún día. Y conocer París
Yo odio: las faltas ortográficas y a los imbéciles
Yo le tengo miedo: a morir sola y a tener que dejar de escribir
Yo lloro: a veces
Yo pierdo: la memoria
Yo necesito: TIEMPOOOOOOOOOOOOOOOOO
Yo le debo: mucho a mis papás
Me duele: la cabeza todo el tiempo

Sí O NO

Tienes un diario: el blog de Olivia
Te gusta cocinar: no
Tienes un secreto que no le hayas contado a nadie: varios
Pones tu reloj unos minutos adelantado: no, ahora no
Crees en el amor: sí, creo
Te bañas todos los días: sí
Te quieres casar: casar casar no, pero sí me gustaría tener una familia
Te gustan las tormentas: sí, de todo tipo

¿Quién es?

La persona más rara: tal vez gato bonsái o amante azul (tengo una puntería para encontrarme con tipos muy extraños)
La persona más molesta: el acosador del Sese
La persona que te conoce mejor: mi hermana
La frase que más usas en el MSN: Ante todo el glamour
Tu grupo favorito: U2
Tu mayor deseo: no tener que trabajar para vivir

Otras preguntas:

Signo: Capricornio
Color natural de pelo: rubio cenizo
Color de ojos: verdes
Número favorito: 1
Día favorito: sábado
Estación del año: en Quito no hay estaciones, mejor dicho son las cuatro en una. Me gusta el clima de Quito.
Deporte favorito: ninguno
Café o té: depende del ánimo y la compañía
Montaña o playa: depende, si quiero sentirme rodeada de grandeza, la playa; si quiero sentirme grande, la montaña.
Sol o nieve: SOL

En las últimas 24 horas he:

Llorado: sí, ayer, mientras veía ‘Mi pie izquierdo’
Ayudado a alguien: sí
Comprado algo: no, pero me gasté mi sueldo en pagar deudas
Enfermado: sí, el sábado me la pasé muy mal
Ido al cine: no, pero anoche hice maratón de pelis en mi casa
Salido a cenar: no
Dicho te amo: es algo que no he hecho en el último lustro y no me hace tan feliz
Escrito una carta: sí, si cuentan los mails
Perdido a un novio: no
Hablado con alguien que hace tiempo no hablabas: sí, Helena mi mejor amiga del máster
Escrito en un periodico: no
Abrazado a alguien: sí, a mi sobri
Peleado con un pariente: no
Peleado con un amigo: no
Soñado despierto: siempre

Alguna vez podrías…

Comer un gusano: sí.
Matar a alguien: no sé, supongo que por salvar a mi familia sí
Besar a alguien del mismo sexo: no, las chicas no son una opción
Tener sexo con alguien del mismo sexo: no
Lanzarte de un paracaídas: sí, por supuesto
Cantar en un karaoke: me encanta
Emborracharte: claro
Robar en una tienda: no
Usar maquillaje en público: sí

Y la tarea va para Lilit e Ícaro

jueves

Fantasmas

A veces hago cosas equivocadas, o no sé. Oasis cumplió años la semana pasada y yo le envié un mensaje de cumple. Siempre tan impulsiva, sin escuchar las voces interiores que me decían 'cuidado, Olivia, ¿para qué invocar a los fantasmas?', '¿no decidiste ya que los oasis son siempre espejismos?', 'deja dormir a tus fantasmas, Olivia'. Claro, Olivia no escuchó y abrió la ventana y dejó entrar al fantasma. Mejor dicho, fue en busca del fantasma. Y escribió el mensaje.

Fue algo muy escueto, dos líneas no más. Solo para recordar a oasis que había una Olivia por ahí que recordaba, que lo recordaba. (Debo admitir que me cuesta olvidar, aunque no haya mucho que recordar, pero los oasis no se olvidan fácilmente). Y, bueno, vino la respuesta escueta de una línea que me agradecía. Y si hubiera dejado ahí las cosas, al fin y al cabo ya obedecí al impulso... Pero no, hubo otra respuesta diciendo que siempre me acuerdo de él. Y hubo respuesta de él: también se acuerda de mí pero tiene que respetar mis decisiones. Y ahí ha quedado todo.

Esta Olivia quisiera seguir, decir que no esperaba que fuera tan obediente, decir que esperaba que él luchara por ella, que quisiera quedarse. Pero otra vez las vocecitas: 'Olivia, ¿no ves que no le interesas?'. Es obvio, no le intereso... Supongo que será hora de ahora sí dejar ir al fantasma o esperar (¿más?) que el azar vuelva a convocarnos. En fin, estoy empezando otras cosas, quizá el amor no tenga cabida por el momento, quizá no deba volver a enamorarme de los hombre de noviembre, quizá sea más fácil encogerme de hombros y seguir. Además, es obvio, no le intereso.
Porque si le interesara...

martes

Mudanzas

Resulta que esta es la última noche en mi casa. Mi primer departamento de soltera. La primera experiencia de independencia total. Esta noche todo es un caos. La casa está repleta de cajas y de bolsas. Los estantes están vacíos. Poco a poco mañana todo se irá quedando vacío, sin mi. Parece mentira que cuando llegué aquí solo tenía mi cama, un velador, la mesa de la tele, la tele y un estante. Ah, y dos pufs. Era un sitio demasiado grande para mis cuatro cosas. Y poco a poco lo fui transformando en mío, poniéndole mucho de mí y también de otros que fueron algún día parte de mí.

Aquí en esta casa han pasado cosas importantes. He vivido muchísimas historias. He disfrutado mucho. Y también he llorado mucho. Creo que una de las cosas que más me ha gustado de vivir sola es que puedes desahogarte todo lo que quieras, sin tener que taparte la cara con la almohada, sin tener que fingir que no pasa nada, sin tener que ponerte máscaras. En esta casa he aprendido a llevar mi vida, he aprendido, en la soledad, que una no debe nunca arrepentirse de las decisiones. Que una sí puede volverse más sabia. En fin, muchas cosas.

Quedan aquí muchos recuerdos. Romances, amores, historias. Quedan tertulias interminables con los amigos, con los vecinos, con la familia. Quedan planes, trasnochadas, quedan las jaladas de pata que hice este año. Quedan muchas cosas. La luz de la mañanita que entraba por la ventana. La alfombra sucia. El walk in closet más hermoso que tendré en la vida. La vista al departamento del frente. El mesón que me quedaba perfecto para escribir. Queda el sitio ideal de mi Tábara. Quedan los clavos que clavó Carlitos para llenar mis paredes. Quedan los dos ambientes que logré con el estante y el biombo. Queda la cocina que mediofunciona. Quedan los cables a borbotones. Queda la cama que se rompió una noche de diciembre. Queda una Olivia. En fin, quedan muchas cosas. Y otras tantas me llevo.

Este tiempo de alguna manera ha sido extraño. Estoy sintiendo que es un tiempo en el que cambio de muchas cosas. Casi casi cambio de piel, como las serpientes. Sí, es eso. Es un cambio de piel. Una mudanza completa. Un inicio. Es como si de verdad la Olivia que va a entrar a la nueva casa fuera otra. Me siento un poco más definida, por decirlo de alguna manera, un poco más contenta, con ganas de hacer muchas cosas. En fin, siento como que crecido mucho en este tiempo y que el tiempo de la cosecha se está acercando. Eso...

domingo

Manía de correr

Vuelve Olivia Gump, solo que esta vez no hay ningún incentivo amoroso en la carrera que ha emprendido. Olivia Gump ha superado los obstáculos, al menos los ha dejado de lado, y se ha embarcado en nuevas y emocionantes maratones. Pero, eso sí, no ha perdido la manía de correr.

Pues sí, no he perdido la manía de correr. Me he dado cuenta esta semana. La vida va a un ritmo demasiado vertiginoso, tan vertiginoso que cuando camino por la calle me sorprendo corriendo. Sí, no estoy exagerando. De pronto me doy cuenta de que camino rapidísimo, de que corro. Y no solo es cuando camino. También pasa cuando como o cuando escribo, también cuando leo o cuando doy clases. Es impresionante lo rápido que voy y lo corto que me parece el tiempo.

Es como si hubiera descubierto que el secreto de la vida consiste en volar. Volar aprovechando cada milímetro de cielo disponible. Volar cubriendo con tu sombra absolutamente todas las parcelas de la tierra. Volar de tal manera que tanto los pájaros como los hombres perciban de ti únicamente un halo. Volar, volar tanto y tan rápido que si alguna vez llegas a casa solo sueñes con alzar el vuelo otra vez.

Sí, correr y volar. La vida es demasiado corta como para detenerse. Hay millones de cosas que hacer y muy poco tiempo. Hay mucha gente que ver, muchos cielos que visitar, mucha vida que descubrir. No creo que esta manía me mate, al contrario, me impulsa y hace que cada una de mis metas sean solo eso, metas. Y saber que lo bueno de llegar a la meta es tener la certeza de que luego tendrás que alcanzar otra.

viernes

El reto de los siguientes meses

Pues que estoy emocionada, al fin empecé mi máster en Edición y estoy supercontenta. No sé si he comentado alguna vez que una de mis mayores obsesiones estudiar, pues sí lo es. Nunca he sido una estudiante brillante, de las que opina en todas las clases y se saca los 'cummlaudens' (jajajaja ni siquiera sé cómo se escribe), pero me encanta aprender muchas cosas.
Tampoco soy de las que anda exhibiendo el currículum en todas las conversaciones, pero me encanta saber que voy logrando metas, porque estudiar, y a conciencia, es una de las cosas más complicadas que existe, pero también de las más divertidas y de las que mayores satisfacciones me dan.
Eso, espero sacarle el jugo al máster y hacerlo bien, me siento como con juguete nuevo.

lunes

Noviembre

Empezó noviembre y cada vez se acerca más el fin de año. Cada vez se acercan más los treinta. Y cada vez se hace más fuerte esa sensación de que el tiempo pasa volando, de que algo se descompuso en el mecanismo de los días y los meses, y las fechas, las celebraciones, los olvidos, todo, se va sucediendo tan abruptamente que asusta.

He estado muy callada este tiempo. Cada vez que he intentado escribir algo aquí me he descubierto sin palabras. Y también sin respuestas. La verdad debo confesar que lo que más me asusta es encontrarme sin respuestas. Como sin abrazos. Hoy desperté pensando en eso. ¿Hace cuánto tiempo no me dan y no doy un abrazo? Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que abracé. Y no me refiero a esos abrazos que das de vez en cuando, cuando encuentras a alguien a los tiempos, cuando deseas un feliz cumple, cuando felicitas, cuando te condueles. No. Me refiero a esos abrazos en los que puedes fundirte, en los que sientes que se te van las penas, en los que llegas a entender al fin que no estás sola, que hay alguien ahí que se ofrece a sostenerte. Y alguien a quien puedes sostener, porque los abrazos, los abrazos de verdad, no sirven si solo los recibes y no los das. A veces hasta siento que se agotó mi capacidad de abrazar y de recibir abrazos, yo he sido siempre muy reacia al contacto físico, pero siempre he necesitado abrazos. Como respuestas. Y, aunque sé que esto es para mí una catarsis, nadie me lee, que no hay respuestas...

Noviembre llega con muchas cosas. Llega con pequeños triunfos en mi trabajo, con pequeños tropezones, con grandes enseñanzas. Llega con un nuevo reto académico que me llena de emoción, de ilusión, de orgullo, pero también de incertidumbres. Llega con un poco de cansancio acumulado. Llega en silencio, sin romances a la vista, sin ganas de conocer a nadie, pero en el fondo con ganas de enamorarme. Llega con la necesidad de ver a mis amigos, con el apremio de aprovechar los momentos, las charlas... En fin, llega y a veces siento que no hay nadie que pueda recibirlo, que yo me quedé por allá en algún agosto y estoy más retrasada al tren de lo que he estado siempre.

Noviembre llega con lluvias y días grises, son pocas certezas y grandes incertidumbres. A veces no sé si detenerme junto a la ventana y ver cómo llueve mientras tomo fuerzas o salir a lluvia para fundirme en algo. En fin, perdón por la tristeza.

miércoles

Ausencias

Hoy quiero escribir sobre las despedidas, sobre las ausencias. Hoy mi hermana se fue y fue triste despedirle, aunque al final sepas que el tiempo pasa volando y que los viajes son oportunidades de crecer, que cuando alzas las alas te vuelves más sabio porque puedes ver las cosas desde otras dimensiones. En fin, solo espero que le vaya bien y vernos pronto, en París... Siempre nos quedará París.

Son tristes las despedidas y son más tristes aún las ausencias, las transitorias o las definitivas. Es verdad que uno siempre está con la gente que quiere, que el alma tiene dimensiones que no imaginamos, cuántas veces hemos sentido junto a nosotros presencias de personas que no están, cuántas veces nos hemos descubriendo hablando con alguien que físicamente no está a nuestro lado pero sentimos. Sí, a mí me ha pasado muchas veces que he sentido abrazos virtuales o de otras dimensiones y he sentido la fuerza de la gente que quiero así no esté a mi lado. Muchas veces también me he transportado lejos lejos de mí para hacer sentir a alguien cuánto lo apoyo y lo quiero. En fin, es triste la ausencia física, pero tan relativa la ausencia en sí. Lo feo es que la ausencia se convierta en un hueco, en una nada que duele más y te da frío.

Obviamente la ausencia de mi hermana no será de las que da frío, aunque sin duda la extrañaré. Tengo muchos amigos lejos a los que siento incluso más cerca que a los que están a aquí y veo siempre. En, fin las ausencias.

Pero volviendo a las ausencias que duelen, quizá pensándolo bien sea más sano hacer que se las trague el mismo hueco en el que se convierten, más sano porque así eliminas toda esperanza de volver y todo vacío. Estas sí son las despedidas tristes. Eso, vaya collage de mis divagaciones.

martes

La correctora aburrida

"Para de ejercer tu profesión, aburre", lo dijo gato bonsái. Hoy ha sido un día bastante gris, no solo porque en Quito no ha dejado de llover, sino porque es un día de esos en que parece que se juntan todos los astros para amargarte la vida y te la dejas amargar y encima te rematan el día diciéndote aburrida. Ah, y ni hablar del incontenible síndrome premenstrual.

Lo peor de todo es que lo de aburrida puede ser cierto, más allá de que el comentario en mi 'blue day' (gris más bien) me pareció grosero. Yo trabajo con las palabras todo el tiempo, todo el tiempo, no puedo evitar fijarme en ellas, rondan en cada uno de mis comentarios, en cada una de mis lecturas, incluso en varios de mis chistes. No solo son mi profesión sino también mi pasión y no puedo evitar desligarme de ellas. Es triste a ratos pero esa es la verdad y no me avergüenza.

Sé que a mucha gente puede parecerle aburrido que siempre hable de mi trabajo, de hecho yo he pensado muchas veces que debería cambiar de temas pero no puedo, al menos con la gente con la que no tengo nada en común y a la que puedo aburrir. O sea, no creo que mis amigos se aburran porque me conocen y me quieren así y además hay mil y un temas en común que se van dando porque nos abrimas el corazón. En fin, dejar de ejercer mi profesión es algo que no podré dejar de hacer. Quedarme muda, sin mis palabras, lluchitica ahí en medio del ruido es imposible, sorry gato bonsái.

No sé, pero creo que el asunto va más allá del comentario y de ser una persona aburrida y de mis días grises. El asunto topa un límite al que no quiero llegar porque asusta. Misterio de misterios, quiero hablar sobre eso pero me he quedado sin palabras. Tal vez mañana vengan a mí.

domingo

Gatos bonsái, oasis, houdinis y braguetas bravas

Verdad de Perogrullo, pero verdad al fin: los gatos bonsái son un mito urbano. No hay de otra, ningún gato bonsái, sea cual fuera su forma y tamaño, sea cual fuera la forma de su botella o lo hermosamente macabro de su apariencia, es un mito. Los gatos bonsái, señoras y señores, no existen.

Quizá les parezca extraño que vuelva sobre este asunto, al menos sobre algo tan obvio. No sé, creo que con gato bonsái me pasó lo mismo que con oasis (sí, mis queridos, son nombres cifrados): llega el descubrimiento de que son mentira. Bueno, salvemos la diferencia de los casos: una se acerca a los oasis sin saber que son espejismos y cuando despiertas en el desierto duele. En cambio, una se acerca a los gatos bonsái y sabe que son mitos urbanos, que no existen, pero quizá esa misma no existencia es la que te atrae. En fin.

Solo tengo algo seguro: los hombres (los gatos bonsái o los oasis) son los seres más extraños que existen, definitivamente es muy complicado entenderlos. O de pronto las complicadas somos nosotros. O los dos sexos. O nadie. En fin, la cosa es que a veces no entiendo por qué detrás de cada gesto que una haga ellos ven una intención de atraparlo que no tienes. No cacho por qué esa manía de huir y no decirte las cosas de frente, como son. En esto último es impresionante: esttos houdinis se escapan cada vez que se enfrentan a un tema más serio o personal, odian traspasar el terreno de lo superficial, se refugian en sus libertades y comodidades como si la única intención que una tuviera es la de envolverlos y casarse. O sea, no, por Dios, empezando porque el matrimonio ya no es ni de lejos sinónimo de estabilidad y felicidad para nosotros.

Y están los braguetas bravas, que de un modo u otro también son mitos urbanos, esos que se buscan una mujer cada semana y se piensan por eso más hombres, pero si tú haces algo parecido (o sea, no quedarte, pero sí recurrir a él de vez en cuando) eres una ofrecida y una pobre puta.

En fin, realmente son complicados, necesarios, sí pero complicados. Dicen que una es la que se complica las cosas, pero no es así, ellos son los que ven cucos donde no los hay. Bueno, de que hay un cuco hay un cuco: la mujer independiente que ya no los necesita como se los necesitaba antes y creo que más que al compromiso es a eso a lo que le huyen a las mujeres que les hacen sombra, a las que son tanto o más exitosas que ellos, a las que ya no los buscan para sobrevivir. Eso, he hecho un collage con muchas cosas: gatos bonsái, oasis, houdinis y braguetas bravas. Yo no sé, pero si tengo que escoger me quedo con los oasis, aunque al final me vean como al cuco.

miércoles

Looking for the wrong guy

Suena más bonito en inglés que en español, pero es algo que me ha estado rondando un poco. Siempre he estado buscando al correcto y me he equivocado en las apreciaciones y en las aspiraciones. Quizá lo que deba hacer es buscar al equivocado. Digo, si buscando lo que quiero he encontrado siempre lo que no quiero, de pronto y buscando lo que no quiero encuentre lo que quiero. O probablemente no sea ni siquiera cuestión de buscar ni de esperar, sino solo cuestión de vivir y vivir y vivir. De todas maneras no creo que el adecuado ni el incorrecto estén esperándome ni buscándome, sino viviendo, haciendo el mismo viaje. En fin, no estoy desesperada por encontrar a alguien, para nada, con sus triunfos y tropiezos he disfrutado mucho de esta vida, de todos los momentos que he vivido, de todas las aventuras y desventuras, la vida ha sido buena y ha sido (y es) el viaje alucinante de irme descubriendo e irme queriendo y perfeccionando.
Eso, solo que a ratos sí hacen faltita el abrazo, la llamada, la palabra, la presencia de alguien...

lunes

De Macondo a Comala (y viceversa)

Muchas veces siento que hago ese viaje imaginario de Macondo a Comala, de ida y de vuelta. Muchas veces me siento en Macondo: todo es una locura, la vida ocurre vertiginosamente, es igual mirar mariposas amarillas, que sentirte suspendida en el aire, ver niños con cola de cerdo, asombrarte al descubrir el hielo, morir en cataclismos alucinantes. Otras veces estoy en Comala: en el pueblo desierto, desde cada una de cuyas esquinas me hablan mis fantasmas. Unas veces soy Olivia Buendía y otras Olivia Páramo.

El viaje de Comala a Macondo (y viceversa) es un viaje que no me canso de hacer. No sé si sea el más agradable o el más placentero, pero es una especie de manía mía que siempre me mantiene de aquí allá, entre la locura y la soledad. ¿Será que algún día paro? No sé, hacer el viaje siempre ha sido apasionante porque entre la Olivia Páramo y la Olivia Buendía descubro una infinidad de Olivias que me van convirtiendo en la mujer que soy y de alguna manera me van alejando también de la Olivia que soy.

Hoy es uno de esos días contradictorios, de esos en los que quiero alucinarme poniendo un cartelito con el nombre a todas las cosas y al mismo tiempo quiero caminar por calles desiertas. En fin, no hay mucho que decir.

viernes

Muerte a los choros

A saber: una linda cartera azul, una billetera roja con un gato que me compré en El Rastro, mi cédula, mi tarjeta de débito, mi licencia de conducir, algunas otras tarjetas más, la plata que tenía para subsistir hasta fin de mes, mi maquillaje, mi celular con todos los teléfonos importantes, el celular de una amiga, su cédula, su tarjeta de débito, su dinero, las llaves de mi casa. Y, por supuesto, la tranquilidad de caminar por las calles de mi barrio. Todo eso fue lo que se llevó anoche el choro de mierda que me amenazó son un cuchillo.

Qué huevada, la verdad es que más que nada estoy recabreada. Recabreada por varias cosas:

1. Lo que se llevó eran MIS cosas. En realidad lo único que puede servirle es el dinero y de pronto los celulares, que el hijo de puta venderá a mucho menos de lo que cuestan. Pero para mí cada una de las cosas que se llevó era valiosa, desde la linda cartera azul, hasta el más insignificante delineador que estaba en ella. Mi teléfono tenía muchos números que difícilmente pueda recuperar, de gente con la que solo me comunicaba por ese medio.

2. Hay muchas cosas que no recuperaré. Pero para recuperar las que tengo que recuperar hacen falta tiempo y dinero. En este mundo de mierda todo es trámite, nada se logra en un minuto ni es gratis y además hay que recorrer grandes distancias y una tiene sus obligaciones, que por supuesto el choro maldito no entenderá porque se busca la vida fácil.

3. Esto es lo más importante, lo que más iras me da: la mayor parte de mis 29 años he vivido en La Mariscal y nunca me había pasado nada. Adoro mi barrio, lo adoro porque todo te queda cerca, porque es vivible, por mil cosas. Hasta ahora caminar por sus calles, que me conozco de memoria no había sido un problema, siempre me he sentido segura y me jactaba de conocer los lugares por donde ir y por donde no. Ahora tengo miedo de caminar por ahí, va a tocar estar cuidándose las espaldas, mirando para todos lados, desconfiando de todos. Y eso es algo que me parece francamente triste, es triste el hecho de saber que tu lugar seguro no lo es porque de pronto puede aparecer un imbécil y amenazarte con un cuchillo y llevarse tus cosas.

Eso, ahora me siento vulnerable y eso me molesta mucho y me asusta. Lo bueno es que no me pasó nada, pero ahora quién quita que algo pueda suceder algún rato. Qué mal. Hace como año y medio me pasó algo parecido en Madrid, excepto por lo de la amenaza. En esa ocasión me robaron también todas mis cosas, mi cámara de fotos, mi celu (que era mi medio de comunicación no solo con mis amigos de Madrid, sino con mi familia y con mi gente que estaba en Quito) y mi pasaporte. En esa ocasión también fue horrible porque me quitaron la seguridad, pero lo peor fue que me tocó enfrentarme con la burocracia española, que es aún peor que la ecuatoriana y sentir todo lo que un inmigrante siente.

En fin, es cierto que no me pasó nada y estoy agradecida por eso, pero realmente me siento mal, al final nadie tiene el derecho de que le quiten sus cosas y más que nada su tranquilidad, digo yo.
Que se mueran los choros de mierda.

domingo

Perro semihundido

A ratos soy un poco remedona. Lilit escribió en su blog sobre su cuadro favorito y mientras le escribía el comentario contándole cuál era el mío, me di cuenta de que hay mucho que me gustaría decir sobre el cuadro que más me ha impactado.

Nunca lo había visto antes. Lo encontré en El Prado la primera vez que fui. Debió haber sido un frío domingo de enero, cuando mis ojos y mi vida empezaban a alucinarse por Madrid. En mi primer recorrido por el museo fui en busca de lo típico: no podía perderme El jardín de las delicias de El Bosco, ni Las Meninas de Velázquez, ni las majas de Goya, cada uno de ellos me impresionaba (es tan increíble esa sensación de mirar de frente maravillas que solo habías visto en fotografías) y no podía dejar de sentirme anonadada frente a tanta maravilla.

Goya siempre me ha llamado la atención, no sé mucho de pintura, de hecho siempre me enfrento al arte con la mirada del niño, con la única expectativa de que me llegue, de que me guste. Entré a la sala donde está la serie de Los desastres de la guerra y varias otras de las pinturas negras de Goya. Insisto en que su pintura siempre me ha sobrecogido y me encantó llegar a esa sala. Y lo vi. Nunca antes había visto ese cuadro, pero ahora estaba frente a mí: con la única figura de la cabeza del perro que mira desde la arena hacia alguna parte. El perro se hunde y solo lo rodea la arena, solo lo rodea la nada, mira a alguna parte y nunca se sabe adónde, quizá esté buscando la manera de asirse con los dientes a algo o mirando a quien lo dejó ahí. No sé, no quiero saberlo tampoco. Pero ese es mi cuadro favorito, el del perro semihundido que me recuerda lo frágil o lo sola o lo semihundida que a ratos puedo estar, pero ante todo que incluso de la desesperación y del hundimiento puede sacarse una obra de arte.

Luego volví varias veces a El Prado y siempre lo primero que hice fue correr hacia mi perro y quedarme ahí delante de él por mucho tiempo. Lo último que hice en Madrid fue visitarlo y llevármelo en las pupilas, en la mente, en el sobrecogimiento de la memoria...

miércoles

El Gato Bonsái y mis mitos urbanos


Hace como un par de semanas conversaba con alguien y se cruzó el tema de los gatos bonsái, ¿se acuerdan? Ese experimento cruel que se supone que se hacía en Japón en el que se metía a gatos chiquitos en recipientes de diversas formas para que, pasado el tiempo, adoptaran la forma del recipiente en el que crecieron. Estos gatos, supuestamente, ya estaban empezando a venderse y a servir de mascotas de excéntricas y crueles personas. Terrible, recuerdo que circulaban por la Red millones de quejas y demandas contra esta práctica y una, como navegadora consciente de la crueldad, enviaba a toooooooodos sus contactos. Afortunadamente luego se descubrió que la historia de los gatos bonsái no era cierta: un estudiante del MIT había inventado la mentira y la había puesto a rodar.

En fin, así como el gato bonsái hay muchos mitos urbanos que nos cuentan y echamos a rodar por ahí hasta que se convierten en verdades, en cosas que le pasaron a la suegra del amigo del primo de la novia del papá de alguien, pero que nadie a ciencia cierta puede demostrar. Cuando estaba en la U y se inauguraron en Quito las grandes salas de cine, corría la historia de que en el cine sin darte cuenta te pinchaban con agujas infectadas de VIH o te daban a oler muestras de perfume que tenían burundanga, nunca conocí a nadie que lo hubiera sufrido.

Había también la historia de que en la calle te daban papeles con alguna droga que te dejaba grogui y luego te violaban y te llevaban a tu casa y te robaban todo. Diosito, me imagino a esos pobres que trabajan repartiendo papeles en la calle sin poder entregar uno solo, cómo habrán odiado a esa manga de paranoicos... y a los medios, que hacen su buena parte difundiendo leyendas y mitos.

En fin, si una hiciera caso de todas las historias que circulan por ahí, probablemente no podría moverse de la casa ni abrir las puertas a nadie, no tomar agua de la llave, ni cocinar, ni comer (¡horror de horrores: toda la carne que consumimos es de caballos!) ni hacer nada, en fin, ni recibir ni hacer llamadas, no vaya a ser que un rayo nos paralice en el exacto momento en que estamos hablando con nuestros amigos.

Después de recordar sobre todos esos mitos urbanos con los que hemos crecido y los que seguimos oyendo, me puse a pensar en cuáles son mis propios mitos, las verdades que me creo porque alguien me las contó o porque las soñé o porque las inventé. Y hay uno, que todavía no compruebo si es cierto o no, que dice que cuando te acuestas con alguien que apenas conoces las cosas no funcionan, ¿será?, ¿será que la relación que empieza en un bar y va de una a la cama es tan mito urbano como el gato bonsái? Bueno, me ha pasado eso de conocer a alguien y de una, pero nunca he tenido la expectativa de que las cosas funcionen, quizá porque el mito está arraigado, pero queda la pregunta en el aire.

También hay el mito de que si amas algo debes dejarlo ir, si vuelve es porque es tuyo y si no vuelve es porque nunca te perteneció. Sinceramente he creído mucho en este mito, mejor dicho, he querido creer muchas veces que es cierto, pero a medida que pasa el tiempo compruebo que no es para nada verdad. Nada vuelve, es una necedad pensar que las cosas o la gente que has dejado ir van a volver, así como es necedad retenerlas, por supuesto. En lo que sí creo es en que el Universo fluye, que las cosas pasan, que la gente sigue su camino, así como tú sigues el tuyo, que las cosas cumplen un proceso en el que se van transformando y te van transformando, pero de volver, no vuelven y quizá en eso mismo radica su encanto, en el hecho de que hay que aprovecharlas y dejarse transformar y aportar a la transformación... pero no hay que retener. Nada es de uno. Mito negado.

Eso, no creo que se me ocurre nada más. A ratos quisiera retener a algún gato bonsái, pero me temo que no hay cómo, hay otros mitos por develar y otros que inventarse y echar a rodar, jeje, ya llegará el momento.

lunes

Estaciones


Estaba ahí, sentada esperando que la procesión pasara, pero pasó un tren y no me quise hacer tarde ni perderme el viaje. Lo tomé, aunque no sepa adónde me lleva.

jueves

De procesiones y certezas

Justo ahora que empiezo a escribir este post me acuerdo del típico pasillo (mmm creo que es pasillo) Pesares: '¿Qué me dejó tu amor?, mi vida se pregunta y el corazón responde: pesares, pesares'. No, no piensen que me siento tan mal como para andar pasillezca, no, solo me acordé, porque me estaba preguntando qué me quedó al final de mi historia reciente. Historia... suena como una palabra muy grande, pero a veces hay historias que duran poco tiempo y dejan una huella en tu historia personal, algo así como una efeméride en tu vida, en fin.

¿Qué me ha dejado? Una procesión que va por dentro, ante todo el glamour, por supuesto, nadie tiene que enterarse de que arrastras dolores, solo tus amigos cercanos tienen ese derecho, quizá porque son los que te acompañan en la procesión. Me sigo sintiendo un poco triste, sobre todo de noche, cuando estoy sola en la casa, cuando me pongo a escribir o a ver la tele o a cocinar, sí hago todo el esfuerzo por mantenerme ocupada, pero es como que hay un gran vacío. Es extraño porque mucho espacio del vacío siempre estuvo vacío, me refiero a que no hubo muchos pretextos para recuerdos, pero es como que esos momentos esta soledad se ahonda más y se siente más sola. Pasará...

Pero hay algo que esta historia me ha dejado: la certeza de que aún soy capaz de enamorarme. Con esta son solo dos veces las que me he enamorado, al menos en serio, con seguridad, con ganas de querer quedarme, con ganas de querer querer. Cuando terminó la historia con el hombre de quien me enamoré por primera vez (una historia de cuatro años, con muchas primeras veces y casi al pie del altar), algo se atrofió en mí y fue precisamente esa capacidad de querer estar con alguien de a de veras, de querer quedarme, de querer descubrirme ante otra persona. Cuando terminé esa relación la consigna siempre fue protegerse, huir cuando me sentía atrapada, causar la huida del otro, evitar el caos de volver a sentir. Me había ilusionado, sí, pero nunca me había enamorado. Incluso siempre enarbolaba orgullosa el solo haberme enamorado una vez (qué patética).

Y volvió a pasar, me volví a enamorar y otra vez me rompieron el corazón. Pero algo cambió esta vez. Me siento absorta al descubrir que aún puedo enamorarme, que aún soy capaz de sentir cosas, que algún día voy a poder dejar de huir. No sé cuántos hombres se habrán enamorado de mí, supongo que habrá habido alguno y que de pronto rompí un corazón sin querer... Pero al menos ahora tengo una certeza: soy capaz de amar y si tengo esa capacidad y algún día coincido con alguien en este viaje que quiera lo mismo, pues se armó...

Y eso, ¿qué me dejó tu amor? mi vida se pregunta y el corazón responde: certezas y procesiones. Lo bueno de las procesiones es que duran solo lo que dura la ruta.

sábado

Celebraciones y duelos

Este fin de semana ha sido extraño, ha sido un finde que me ha puesto a pensar en cómo la vida es una sucesión de celebraciones y duelos, de penas y alegrías, de soledades y compañías. Ayer festejé el cumple de dos amigas a las que quiero mucho, se festejó con alegría, con compañía, con vida. Ayer también murió la mamá de un amigo muy querido y también estuve ahí, en cambio esta vez acompañando en el misterio de la muerte.

El cura que dio la misa dijo que en realidad nadie había ido a celebrar la muerte de la mamá de mi amigo sino su paso a la vida eterna. A veces, sobre todo cuando eres el que atraviesa la tristeza, cuesta mucho entender eso de la vida eterna, eso de celebrar el vacío que te deja alguien. Siempre cuesta muchísimo hacer del dolor un motivo de celebración, qué duro.

En fin, no tengo mucho que decir, solo que la vida es tan extraña, nos congrega para cosas tan distintas, nos une a la gente en momentos tan extraños. Y también nos separa de pronto en la ocasión más inoportuna. Celebraciones y duelos... eso es lo que nos toca vivir, solo que a veces tomamos la decisión errada y preferimos sumergirnos en los duelos en lugar de mirar la infinidad de momentos que se prestan para celebrar y agradecer. Eso, no màs.

martes

Los amores cobardes de Olivia Gump

A ver, ayer, luego de escribir el post anterior, le di mi dirección al oasis. He aquí su respuesta:

"Sentir tus sentimientos, tus deseos, ver tus lágrimas correr a través de tu blog, me duele tanto como ese dolor de muela en medio del páramo. Realmente me di cuenta de que no tengo miedo, me di cuenta que no puedo, solo no puedo, se que te quiero, se que podrías ser la mujer que me quedaría por un buen tiempo, se que me harías feliz y yo a ti. Como estoy ahora no me gusta pero estoy comodo de esa manera".

Cómodo de esa manera, así es como está. Y, bueno, yo solo le dije que se quedara con sus comodidades, que me abro, que no me busque ni me llame. Y que no quería perder mi tiempo sufriendo por cobardes. Y solo me dijo chau. Así es cómo terminan las historias en este lado del desierto. Yo necesitaba una certeza, ¡toma tu certeza, Olivia!

Eso, alguien ha dejado pasar a una mujer maravillosa. Alguien se ha perdido conocer el delirio y el polvo, se ha perdido esta bella locura (omito lo de la breve cintura jeje), se ha perdido mi forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar. ¡Silvio es perfecto! Pudiera transcribir toda la canción: 'La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes, lo amores cobardes no llevan a amores ni a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar ni el mejor orador conjugar'.

En fin. Si hay algo de lo que estoy segura es de que no me merezco amores cobardes, me merezco un hombre que quiera quedarse, que sea capaz de asumir sus sentimientos y dejar a un lado sus comodidades por hacer el viaje conmigo, y por invitarme a hacer el suyo. A ratos es incómodo compartir el asiento con alguien y compartir la trayectoria. Sí es más fácil hacer los caminos solos, yo lo digo con total certeza. Pero también es adorable y alucinante ir con alguien y saber que van al mismo sitio, aunque ese sitio no sea el definitivo y luego haya que despedirse y coger caminos diferentes.

Eso no más. Un hombre que no está dispuesto a jugárselas por mí no es un hombre que me merezca. Yo sí estaba dispuesta a jugármelas y de hecho era yo quien más arriesgaba, pero, bueno, si no se pudo, no se pudo. Hasta aquí los amores cobardes. Seguramente lloraré un poco, no puedo decir que no me siento triste, porque me temo que me enamoré, pero no hay nada que esta glamurosa mujer no pueda superar. He dicho.

En cuanto a Olivia Gump, venía pensando en el bus sobre todo esto y recordé una escena de Forest Gump, cuando su novia le gritaba 'Corre, Forest, corre'. Y Forest empezó a correr y no dejó de hacerlo. Por el momento solo quiero salir corriendo, a toda velocidad, correr y no detenerme, irme lejos, lejos, lejos. Quizá también a ratos sea yo cobarde, pero ahora solo quiero correr y no mirar atrás. Corre, Olivia Gump, corre. Quizás algún día llegues a alguna parte.

Ah, y algo que olvidaba pero es muy importante. Tengo a mis amigos, agradezco mucho los comentarios de mis vecinas Lilit e Ícaro. Y ayer volví a ver a una amiga muy querida. Tengo a mis amigos y eso es algo que agradezco. Quizá ningún hombre quiera viajar a mi lado, pero hay mucha gente que está ahí para sentarse un ratito conmigo, para amenizar el viaje, para sostenerme. Y para decirme también corre, Olivia, corre, no dejes de correr, que aquí estamos.

No me sirve tan mansa la esperanza

Ahora para empezar cito un verso de Benedetti. Ayer ya no pude más y llamé a mi oasis, chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Sí, lo hice, para todo esto de evitarme luego dolores y no saber en qué terreno piso y por mi enferma, viciosa, pero siempre necesaria y pertinente manía de ponerles nombres a las cosas. Claro, solté la pregunta: ¿Qué esperas de nosotros, qué sientes por mí, qué quieres que seamos? Eso, bien sabemos que palabra y piedra suelta no tienen vuelta, y aunque cuesta siempre ayuda soltar las palabras.

La respuesta. Pues qué puedo decir de la respuesta. Son palabras que he oído mil veces, bueno, no mil, siempre exagero, pero digamos que mínimo se la he escuchado a unos cinco hombres. Antes, claro, debo anotar que yo nunca he preguntado así de frente a nadie qué es lo que siente por mí y qué quiere que seamos. Esas respuestas siempre han salido espontáneas de conversaciones borrachas y casi nunca les he parado mucha zona porque generalmente queremos lo mismo, solo que a veces surgen porque, bueno ya lo dije: mi enferma, viciosa, pero siempre necesaria y pertinente manía de ponerles nombre a las cosas. Qué puedo hacer, soy lexicógrafa, lo siento, todos los días trabajo con las palabras, no puedo evitar definir, las cosas existen solo cuando se las nombra.

Bueno, vamos con la respuesta. No recuerdo las palabras exactas, pero de tanto escuchar el mismo tonito me las sé casi de memoria:

- "Tú sabes que te quiero mucho" (PEROGRULLADA, es obvio que me quiere mucho, yo también, de verdad y lo agradezco).

- 'PERO (siempre tiene que haber un pero, porque de lo contrario la respuesta hubiera quedado en el te quiero mucho y un gran beso y no tendría que poner entradas en el blog ni citar a Benedetti) yo no quiero correr, no quiero ponerles nombre a las cosas, es algo que no puedo, no sé por qué pero no puedo' (ya lo dije, todos tenemos miedo, y entiendo su miedo, lo entiendo perfectamente porque a mí también me han herido y es precisamente eso lo que quiero evitar).

- 'Dejemos que las cosas fluyan, no nos apresuremos' (sí, yo sé que me apresuro, yo sé que aparte de la manía de poner nombres me embalo a lo bestia, y cómo no voy a hacerlo si siento que he encontrado al hombre con el que quiero quedarme al menos por un rato. Sí corro, vuelo, me acelero (ya que estamos con cursilerías a lo Benedetti, no tengo desparpajo en citar a Timbiriche y hacer un paréntesis dentro de otro), quiero ir deprisa, quiero las cosas para ayer, necesito urgentemente enamorarme y que alguien se enamore de mí, no puedo con este torrente. Y en cuanto a lo de dejar fluir las cosas... ya he dejado fluir las cosas muchas veces y no puedo, no puedo dejar que sigan fluyendo, no puedo seguir dejar fluyendo mi tiempo y mis sueños, mis sentimientos. No puedo dejarme fluir por ahí porque no quiero acabar hecha agua).

- 'Sigamos así viendo qué pasa' (sí, es muy fácil seguir así, sin comprometerse, pero qué le cuesta si me 'quiere', si le 'gusto', misterio de misterios).

- 'Las cosas no siempre son como queremos' (a ver, por qué no son como queremos, si somos nosotros los que hacemos que las cosas sean como sean).
- 'No te aferres' (bueno, no me acuerdo a qué me dijo que no me aferre, si a él, a las personas, a las cosas, a los sentimientos, al dolor, en fin... Yo sé que no debo aferrarme pero ahora necesito urgentemente, desesperadamente una certeza, estoy harta de oír verdades a medias, de cerrar puertas y abrir ventanas, de vivir esperanzada).

- 'Yo te quiero mucho pero tengo miedo de esto' (miedo, esa es la palabra. Yo tengo miedo de quedarme otra vez triste y llorando por los rincones y él tiene miedo de que yo ande triste y llorando por los rincones y que luego le diga cosas y le ate...).

- Ah, me olvidaba de esto: 'Pasé toda la mañana sin recibir un mensaje tuyo'. (ahora sí, quién los entiende. Si les mensajeamos todo el tiempo o los llamamos somos unas acosadoras, unas intensas. Y la verdad tengo mucho miedo de que piense que lo estoy acosando, yo pienso todo el tiempo en él, siempre me interesa saber cómo está, me encanta hablar con él, pero si esto no tiene un nombre no puedo seguirme arriesgando a que al final me manden por un tubo por ser la intensa que no deja en paz. Aparte, creo que he expresado mi interés de mil maneras, o no?).

¿Qué más? ¿Qué más? Bueno, voy a resumir, lo que él quiere es algo fresco, sin compromiso, si algún rato se da pues se dará lo que sea, pero me quiere mucho eso sí y lo juro que no lo dudo, no lo dudo porque no es un hombre como los otros, no es un imbécil, pero me temo que no queremos ir por el mismo camino, o quizá sí, pero yo no puedo seguir esperando como una imbécil a ver cuándo se da la cosa. No puedo seguir por ahí haciendo el amor (palabras mayores, con la mayoría de mis amantes solo he tenido sexo y por eso no termino temblando) y sintiendo cosas si al final no sé adónde me llevan. Sí, se que con todo esto contradigo eso de la teoría del viaje, de que no quiero quedarme quieta, pero ahora necesito quedarme quieta, no quiero seguir teniendo amantes para luego dormir sola y no sentir un abrazo cuando lo necesito ni poder abrazar cuando alguien me necesita. O sea, sí estoy corriendo, estoy yendo aprisa, pero es porque me urge llegar a algún sitio.

No puedo, quizás algún día me detenga, quizás algún día entienda que por mi bien y por el bien de mi corazón y de mis sentimientos tengo que dejar de apresurarme. Quizá algún día él o alguien entienda que la manía de poner nombres es solo porque necesito saber sobre qué terreno piso, que me urge entregarme por completo pero que no puedo ni siquiera hacer el intento porque me cago de miedo de que por no tener certezas me despierte en el desierto. No voy a negar que estoy triste, que me muero de tristeza que no puedo dejar de llorar desde anoche y que ahora mismo, frente a la computadora, se me salen las lágrimas, pero no puedo, no puedo seguir con esto porque hay urgencias que no pueden esperar. Yo no puedo esperar, no quiero esperar, ya he esperado demasiado, incluso a él lo he esperado demasiado y no puedo.

Solo para terminar recuerdo esa historia de la princesa que tenía que escoger marido. Nadie le convencía. Hasta que vino un soldado y le dijo que él no tenía nada que ofrecerle, pero para que viera cuánto la amaba se iba a sentar bajo su ventana durante cien días sin moverse. Ella aceptó. Entonces él se sentó, soportó lluvias, tempestades, soles intensos, pero nunca se movía de abajo de la ventana. Ella salía de vez en cuando a la ventana para comprobar que él estaba ahí. Los días pasaban y la gente del reino estaba contenta porque pronto tendría a su príncipe. Pasaron los días y en el día 99, cuando faltaban pocas horas para que llegaran los cien días, el soldado se levantó y se fue. Cuando luego le preguntaron por qué había hecho eso, el solo respondió: 'Porque ella no fue capaz de ahorrarme un segundo de espera'. Y eso, yo tampoco quiero esperar, lo siento, necesito correr... En fin, no me sirve tan mansa la esperanza, no me sirve.


lunes

Ya lo sabemos, todos tenemos un poco de miedo

Empiezo con esta parte de una canción de Árbol (que ya publicaré en La banda sonora de lo que viví) que ilustra muy bien lo que me está pasando. Para variar tengo miedo, no miedito, no, tengo pánico, terror, estoy asustadísima. Bueno, no exageraré, siempre soy muy dramática en estas cosas, pero tengo mucho miedo: volvió el oasis.

Sí, volvió, y aunque sepa que los oasis son espejismos tengo otra vez la tentación de quedarme y es eso lo que me asusta mucho. Ayer se instaló otra vez en mi vida, o soy yo la que volvió a él después de caminar en círculos por el desierto. Y fue hermoso, hermoso como siempre es. Fue un regalo maravilloso que compensó toda la espera y las lágrimas, pero que también me dejó temblando.

Mientras estaba ahí, acostado a mi lado, durmiendo conmigo, haciéndome sentir otra vez que al fin he vuelto a casa, no podía dejar de pensar en todo el miedo que tengo de que se vuelva a ir, de que vuelva a dejarme otra vez 'abrazada a una duda en mitad de la calle y desnuda' (como diría Sabina), de que cuando despierte me encuentre nuevamente con que he despertado en el desierto y ya, y, lo peor de todo, que yo misma lo he buscado.

No sé qué hacer, supongo que seguiré viviendo el sueño y cruzando los dedos y haciendo el mayor esfuerzo para que ahora sí funcione y se quede. Sí, todos tenemos miedo, yo sé que él también tiene miedo, yo lo sé, yo sé que ambos tenemos miedo de volver a enamorarnos de alguien más, de correr el riesgo de que otra vez nos boten, de que nuevamente no funcione. Ay, habrá que dejar a un lado la cobardía, solo espero que ojalá estemos juntos en esto.

domingo

Días de agosto

Estos primeros días de agosto han llegado con un aire extraño. No sé qué es, probablemente no pueda definirlo, pero es extraño. Desde el ambiente que se respira es raro, no es un aire enrarecido, pero es una mezcla de nostalgia y viento y calor y cometas. No sé si sea que la dinámica de la ciudad es otra cuando los chicos salen de vacaciones, si es porque todo se despierta más tarde y camina como desperezándose hasta el mediodía. O porque las noches son más largas y más completas y más distendidas. En fin, no sé pero estos días extraños también me envuelven a mí.


Hay veces en que sentimos que cosas grandes van a pasar y tengo ahora esa sensación, de que el aire de agosto es como un presagio de algo que se viene, solo espero que sea algo bueno, que valga la pena. Mi vida ahora está como el aire que siento, como que muchas cosas se hubieran ido de vacaciones, como que pudiera tomarme las cosas con más calma y andar desperezándome relajada hasta el mediodía. Es cierto que he tenido que trabajar muchísimo estos días, tanto que ya siento que el periódico es mi primer hogar y que a la casa voy a dormir no más, pero presiento que a pesar de todo este cansancio las cosas están caminando, caminando, mejor dicho volando como las cometas.


Dios bendiga a agosto.

jueves

Yo pertenezco, tú perteneces

Los grupos. Ahora estaba hablando con una amiga y me puse a pensar en que durante la mayor parte de mi vida he pertenecido a grupos. El primero que recuerdo clarito fue el de la Guías Scout, sí lo confieso, fui una guía scout y nuestro lema era: Hoy, bien. Mañana, mejor. Siempre, listas. Al final me aburrí de las scout... eran como muy ñoñas y nunca tuve amigas.

Luego vineron los típicos talleres, que de periodismo, que de serigrafía, que de música, etc., etc., etc. Luego un taller de literatura que al final desapareció. Lo que no me gustaba de ahí era que todo el mundo se creía el superpoeta, vamos, nadie lo es.

Al final, lo grupos religiosos. De mis 29 años (otra gran confesión del día de hoy) estuve en ellos como 14, muchísimo tiempo, casi la mitad de mi vida. Ahí aprendí muchas cosas, conocí mejor a Dios, aprendí a tenerlo como el amigo con el que compartes la vida, que te cuida, que te protege, que te putea, te abraza, pero sobre todo está ahí para ayudarte a crecer y a vivir y a servir y a ser un mejor ser humano. Aprendí que el servicio no es una caridad, sino una obligación moral con el mundo, con la vida, con la humanidad, con el futuro. El servicio es mucho más que hacer obra social.

En estos grupos conocí a personas increíbles capaces de jugarse la vida, la seguridad, por los demás. En fin. Pero al final me fui, llegó un momento en el que me saturé de los grupos y decidí irme. No me gustó más ese afán de uniformidad, eso de ser todos iguales, de hablar igual, de pensar igual, de seguir los mismos patrones. Creo que ese es el problema de los grupos, la mayoría de veces terminan siendo una secta, en la que no es bien visto el que no es igual y creo que en el fondo yo nunca he sido igual a nadie.

Eso, fueron lugares, momentos, personas, situaciones que aportaron en mi vida algo en un momento determinado, que me enseñaron cosas, que me dieron alas o me las cortaron, que me ayudaron a descubrir algo más de mí, pero de los que ya no queda mucho aparte de una que otra anécdota y una que otra enseñanza... y uno que otro amigo, en fin.

Es interesante esta necesidad que tenemos los seres humanos de pertenecer a algo, de identificarnos con algo o con alguien, de sentir que llevamos una señal que nos identifique, de diferenciarnos de los otros aunque terminemos siendo igualitos a nuestro grupito. Parece que resulta inevitable no pertenecer a grupos, empezando porque nacemos en una familia, que de por sí es un grupo, y continuando con que siempre estamos agrupados: en las aulas, en el trabajo, en la pareja. Es imposible vivir solo, lo que no es imposible es ser uno mismo, ¿no?

¿Ya es tiempo de reciclar?

Primero, recuerdo una línea de Les Luthiers: 'Una mujer atrapada por su pasado. Suéltame, pasado'. Eso, estos días me he sentido un poco así. He vuelto a toparme con varios hombres de mi pasado y todo ha sido muy extraño, como que ya no hubiera nadie más a quién conocer, como que el chocho que es Quito se fuera quedando más y más chiquito. Es extraño.

Ya hablé del amante azul, al que me alegra ver y el que me gusta que se quede, que se quede un tiempo, aunque siempre tengo la secreta fantasía de que se quede por mucho más que un tiempo. Pues él fue el primer hombre de mi pasado con el que me encontré, fue lindo, es lindo...

Luego me encontré con mi ex oasis y fue muy lindo verle también. Creo que la herida ya sanó y fue muy lindo y muy bueno. Hace unas días pasamos una tarde de amigos muy pero muy bacán y muy didáctica para mí: aprendí cómo compran ropa interior y perfumes los hombres, toda una experiencia extraña y divertida, ojalá unos de estos días pueda hacer un post sobre esto.

Hace un par de semanas también me reencontré con mi último ex novio, con el que tuve la relación más abrupta y extraña de mi vida. Vivió un mes conmigo y luego se fue de pronto porque le salió un trabajo. Y se fue nomás. Y ahora vino, pero para recoger sus cosas. Creo de los ex que he vuelto a ver este es el encuentro que menos me ha gustado, no sá por qué, nunca me enamoré pero en el fondo me sentí un poco engañada. Pero bueno.

Y por último, otro de mis ex algo al qeu encontré de casualidad en un bar hace pocos días. Lo curioso fue que no tuvimos problemas en vernos, recuperar nuestros teléfonos, en fin. Y él, que jamás me invitó antes a nada, esta vez me llamó para ir al cine- Extraño, muy extraño.

Y eso, lo curioso es que vuelven a aparecer, pensé que los había dejado en el pasado y vuelven, no como en el pasado, en realidad me siento bastante poderosa al respecto porque ya no me siento vulnerable, pero me asusta la posibilidad de que de pronto ya no quede nadie más para mí, que tenga que empezar a reciclarlos como para buscar si algo se nos pasó antes y si la nueva actitud ante la 'pareja' nos puede llevar más allá. No sé. O solo sea una señal de que debo cambiar de sitio, de que debo ir a otros lugares, de que debo frecuentar a otras gentes.

No me urge encontrar a alguien, pero todo esto me deja la duda de si de pronto ya dejé ir al que era, al que debía compartir el viaje conmigo. En fin...

Vamos a contar mentiras

Siempre he tenido ganas de escribir un poco sobre las mentiras que nos inventamos para disimular nuestros fracasos. He aquí una historia:

P es el típico machito, en la empresa está acostumbrado a que todas las mujeres se fijen en él. Pero llegó ella y, claro, tuvo un poco de ganitas de saber qué era lo que lo hacía tan irresistible y como ella también es irresistible lo conquistó enseguida. Todo fue cuestión de días, una salida, una visita de él a su casa, nada más. Eso fue suficiente para que ella descubriera que P en realidad no tenía nada de irresistible, que era un odioso narcisista y que encima olía mal. Entonces, ella dejó de responder sus mensajes, nunca lo buscó y siguió comportándose igual de atenta cuando se lo encontraba en los pasillos. P tampoco insistió, por supuesto, en días ya tenía otro objetivo. La verdad era obvia: entre los dos no hubo feeling, solo ganitas y ya.

Ahora, la mentira según P. Según él, hubo mucho feeling entre los dos e iniciaron un romance (bueno, digamos que no es tan mentira, si tomamos como romance a una salida y una acostada), pero se cruzó una mujer más linda y P la abandonó a ella, que quedó muy triste con la historia, pues, como todas las mujeres que han pasado por su vida, no se resigna a perder a semejante partidazo. Entonces, ella, cual una viuda, llora en los pasillos y lo busca, pero su generoso corazón ya pertenece (al menos durante esta semana) a otra.

Eso, la historia, como tantas otras, es real y pudo haberle pasado a cualquiera, de hecho, me imagino que cualquiera de nosotras debe haber pasado alguna vez por una historia como estas. La cosa es que a nosotras no suele asustarnos tanto la verdad, si no hubo feeling no hubo nomás, nadie se va a morir porque alguien que pensaste que iba a gustarte no te gustó tanto el rato del rato. Pero siempre hay el típico que se inventa la historia de que ella se muere por él y solo porque no puede aceptar que a veces las cosas no funcionan entre la gente normal, que no puedes parecerle un bombón a todas. En fin...

Sin sentimientos

En su blog, Litit hace una pregunta abierta: ¿han sentido que se quedan sin un solo sentimiento alguna vez? Pues mi respuesta es sí, bueno, eso de quedarse sin un solo sentimiento es relativo, porque incluso estar consciente de no sentir nada es sentir algo, pero sí, hay veces en que solo soy un zombi que camina, que se mueve, que vive, que trabaja, que tiene sexo sin un solo sentimiento.

Lilit se refiere al sexo casual cuando habla de quedarse sin sentimientos. A esa sensación horrible de tener a alguien encima o abajo y no sentir nada, ni deseo, ni pasión, ni asco, nada, sino hacerlo mecánicamente, como lavarse los dientes o ponerse las medias. Es terrible, pero me ha sucedido también. Es terrible porque luego de ese momento, cuando corres a abrir la llave de la ducha para quitarte de encima no solo el olor sino la presencia-ausencia del otro, viene la nada, el preguntarte qué estoy haciendo, hasta qué punto he llegado, en qué me estoy convirtiendo. Pongamos de lado cualquier precepto moral porque esto no se trata de moralidad o no, se trata más bien del encuentro con una misma, con sus propios límites, con sus puntos ciegos.

El no llegar a sentir nada me parece que es una alerta, no sé si de nuestra psiquis o de nuestro cuerpo o de ambos, de que algo no anda bien, de que es tiempo de pensar en nuestras propias necesidades y en nuestras prioridades. Y bueno, si el sexo es una prioridad y una necesidad, hay que aprender a disfrutarlo como eso, como algo intrínseco a nosotros mismos. Pero si el sexo no es la prioridad, sino el puente hacia otras prioridades, pues hay que tomarlo así y vivirlo así, como el medio para algo, no con el fin, tampoco como el escape para tapar nuestras carencias.

En fin, no creo que sea malo quedarse sin sentimientos, solo es como cuando vaciamos un balde, tiene que venir agua nueva, tienen que surgir otras cosas que calmen nuestra sed, y las cosas primordiales, esenciales, son las que quedarán en el fondo, dando sabor a las cosas, a la vida. Nosotros somos como el balde, solo tenemos que ser valientes para dejar llenarnos de nuevo, solo no hay que tener miedo de no sentir lo mismo... Ay, ojalá haya sido clara.

miércoles

Ocho cosas que nadie sabe de mí

Voy a cumplir la tarea que me envió Ícaro, a ver cómo me va.

1) Hablo sola. Cuando me quedo en la casa y nadie me ve, hablo sola y me imagino escenas con gente a la que quisiera ver y con la que quisiera hablar. Casi nunca los comentarios vertidos en mi casa conmigo salen de la puerta.

2) Amo la soledad pero la odio. Soy bastante solitaria, me encanta estar conmigo, adoro vivir sola y me gusta mucho ir sola al cine, a caminar, al teatro, a farrear, viajar. En realidad no me hago líos, pero en el fondo no quisiera tener que hacer tantas cosas sola, al menos no la mayoría de veces.

3) Siempre he pensado que tengo una buena estrella. Es como si el genio de la lamparita siempre saliera para mí, bueno, mejor dicho me considero una de esas hijas mimadas de Dios. Siempre que deseo algo se me cumple, quizá no en el instante pero sí en el momento adecuado.

4) Mi ángel de la guarda hace horas extras. A veces me he metido en camisas de once varas y todo sale bien. Sobre todo recuerdo esa vez en que un total desconocido, en una ciudad totalmente desconocida como Roma me llevó a hacer un city tour en su auto. No sé cómo no me violaron, mi pobre ángel de la guarda no debe haber disfrutado mucho de mis vacaciones.

5) Me deprimo todo el tiempo. Soy bastante depresiva, siempre me pongo triste porque pienso que nadie me quiere (aunque me conste que no es así), porque no encuentro al amor de mi vida, porque trabajo a lo bestia pero no me alcanza la plata. Lo bueno es que siempre tengo a Silvio Rodríguez y mi maravilloso libro de Todo Mafalda y, claro, una mano que siempre me sostiene. Claro que procuro deprimirme en privado.

6) No me gusta el contacto físico, pero lo necesito. No soy de las personas que anda abrazando y besando a todos, es más, suelo huir de cualquier contacto físico. Pero hay días en que me muero por un abrazo y no lo puedo pedir.

7) Siempre quise bailar ballet. Es mi sueño frustrado, mis papis no tuvieron plata para meterme en ninguna academia y ahora es un poco tarde porque soy poco flexible. Pero siempre he pensado que si tengo una hija tendrá que estudiar ballet.

8) Me resulta muy difícil perdonar a la gente que me ha traicionado o me ha decepcionado, olvido con dificultad y soy bastante rencorosa. A veces hablo de más cuando me refiero a gente que me ha fallado y suelo guiarme mucho por las primeras impresiones.

Eso es todo...

domingo

Códigos morales

Este es un tema que ha rondado desde el viernes. Y hoy, domingo, se me ocurre escribir un poco de esto. Estaba pensando en las cosas que yo no haría nunca, pero nunca es nunca.

Algo que no haría nunca es cruzarle el levante, el novio, el agarre, el amante, el ex o lo que fuera a alguna de mis amigas. Y eso, jamás sería capaz de pararle un poquito de zona a alguien que haya estado con una amiga mía, independientemente de si la relación haya funcionado o no, de lo que sientan el uno por el otro, de que no se hablen nunca, de que sepa que esa pareja no va a ninguna parte.

Jamás sería capaz de hacer algo así, es más, nunca le daría mi teléfono a uno de estos hombres que no tienen por qué estar en mi vida y ni siquiera seríamos amigos, por más que a mí me cayera bien o se me cruzara por la cabeza que hasta nos iría bien. No, nunca lo haría y eso porque no me parece justo pisar en terreno ajeno, porque no me parece pertinente sacrificar una amistad por un hombre, porque sé por último que al final la vida te devuelve con creces las cosas buenas o malas que has hecho.

Eso, creo que un par de veces me han gustado hombres ajenos, y cuando hablo de ajenos me refiero a hombres que hayan estado alguna vez en territorio de mis amigas, y creo que esas veces, que no se las he contado a nadie, me he sentido pésimo, una intrusa, en fin. Pero me he sentido mal solo con la idea, supongo que si diera un paso más no me pudiera perdonar nunca. La vida es muy extraña, el rato menos pensado estás en sitios donde nunca pensaste estar y donde juraste que nunca ibas a estar, pero creo que el día en que se me ocurra entrar a territorio ajeno me habré convertido en la que no quiero ser, espero que no suceda. Y espero, por supuesto, que mis amigas se manejen por los mismos códigos morales que yo, amén por eso.

sábado

Perdiendo ante todo el glamour

Hay días en que amanezco mal, deprimida, fea, sola, en que la vida me apesta y solo quiero volver a dormir para ver si es posible levantarme por el otro lado de la cama y borrar los días de mierda.

Hay días en que me arrepiento de decir cada una de las palabras que digo. En que me arrepiento de hablar con la gente que hablo. En los que me arrepiento de mirar, de querer, de esperar, de vivir. Esos días en los que lo primero que pierdo es el glamour y me quedo ahí, harapienta, vergonzosa, asquerosa, en medio de la calle, a la orilla de las alcantarillas.

En fin, ayer fue uno de esos días horribles. Era un día de esos que prometían porque traían promesas y un poquito de esperanzas. ¿Esperanzas de qué? Supongo que las mismas esperanzas de los últimos tiempos, de esas frágiles y mentirosas que solo te mantienen viva porque debes estar alerta para andar en la cuerda floja. Pero, bueno, abrigaba esperanzas. Y al final, cuando todo parecía bueno, se cagó, así no más, se arruinó y me dejó rotas ochenta mil cosas y con las lagrimitas en las comisuras de los ojos.

No hay mucho que decir, solo que algún día debería aprender al fin. Olivia, me digo, ya es horita, deja de ser cojuda y entiende por fin que no hay hombres que valgan la pena. Olivia, sé por favor más discreta cuando hables de tu vida. Olivia, deja de confiar en la gente como si todos fueran tan transparentes como tú. Olivia, Olivia, ante todo el glamour, no llores como una imbécil cuando todos están viendo. Olivia, deja que las procesiones y las inseguridades caminen por dentro, a nadie más le interesa. Olivia, Olivia, ¿qué son los amigos?

Pero no, al final sigo siendo sordita y cieguita y dándome contra la mismas paredes y cayéndome en los mismos huecos. Y algún día aprenderé, me digo, pero el tiempo pasa y me doy golpes en la vida que al final me dejan llena de heridas y deforme.

viernes

Un poemita (o algo así)

A los tiempos que escribo algo, aquí les va:

La primera vez no me reconocí en tus ojos,
la segunda tampoco,
la tercera menos,
pero seguí esperando,
como si agazapada detrás de la memoria
quisiera reencontrarme
y recordar mi nombre.
Nunca pasó
porque hay fantasmas buenos.
Hay fantasmas que al perder el cuerpo
solo se van y ya,
sin dejar señales.
Se llevan todas sus huellas,
todas sus palabras
y todas sus memorias.
Borran de las esquinas
los polvos que no habían barrido
y se atragantan con las frutas
que ofrecieron al demiurgo.
Tu fantasma es un fantasma bueno,
porque me hizo el favor de alejarse de mi aura,
porque nunca asustó a mis niñitas tristes
ni cruzó las paredes de males necesarios.
Quizá por eso sea que no estuve en tus ojos,
que fui un vampiro sabio
que no encontró su imagen,
que después de tres lunas
de espera y desmemoria
solo me fui cantando una canción ajena.
El fantasma bueno y el vampiro sabio,
qué magnífica historia se hubiera dibujado.

lunes

¿El amante azul?

Los amantes. Últimamente he pensado mucho en lo que significan los amantes. Últimamente he tenido varios amantes, he conocido a muchos hombres que se han quedado segundos en mi vida y luego se han ido, casi siempre por la puerta de atrás, con la absurda promesa de llamar, de volver a verte. Pero hay los que no se van, esos que de alguna manera u otra están en tu vida y llegan en los momentos precisos y se van por la puerta por la que tú misma sales y dejan una dulce estela y ninguna promesa.

Hay uno, sobre todo, con el que me volví a encontrar después de algún tiempo y en algún tiempo también lo había vuelto a encontrar después de algún otro tiempo. Y siempre, de un modo u otro, sé que va a volver y lo añoro y no, pero vuelve y siempre es bienvenido. Siempre es lindo toparnos en alguna estación y compartir un camino, sin ninguna promesa, sin ninguna intención de que lo que hay entre los dos se convierta en algo, sin la idea de darle al otro un nombre que no sea el de amante.

Y luego de amarnos nos separamos, nos separamos y no duele, nos podemos encontrar en la calle y conversar en paz como viejos amigos, porque el ser amante te da a veces la potestad de ser una vieja amiga. Y es un regalo volver a verse y saber que la despedida nunca es definitiva, que en alguna estación volveremos a coincidir y a compartir el vagón y un pedacito de vida.

Cada vez dudo más de que a mi vida llegue el príncipe azul, pero él es mi amante azul por excelencia, es el hombre con el que no quiero quedarme pero que agradezco cuando está y agradezco cuando se va porque se que luego volveremos a encontrarnos, cargados de más vida, de más historias, de más experiencias, para descargar el equipaje encima de la cama.

martes

Una licencia para la nostalgia


Hoy me voy a dar una licencia. Un permiso chiquito de nostalgiar. Fue mi dìa libre del trabajo, una tarde preciosa de martes. Y de pronto, caminando por las calles del barrio me vino una nostalgia. Recordé una tarde de martes que no parecía martes, porque de alguna manera el tiempo y la vida se habían detenido en mi casa para darnos el chance de pasar juntos el dìa, de compartir esa estación en el camino en la que no te preguntas hacia dónde vas sino que te dejas estar.

Fue bonito. Fue bonito despertar y mirarlo a mi lado, como tantas veces lo había querido. Fue bonito despertarse, tener sexo otra vez y quedarse ahí, en la cama, sin importar que fuera martes y que hubiera que ir a trabajar. Fue bonito salir solo para comprar las pelis que íbamos a ver toda la tarde. Y comer en la casa y verlo trabajar en mi compu y dormir en mi cama y quedarse un rato en mi vida. Sí, da nostalgia. Nostalgia de esos días en que te cierras la boca para no decirte lo evidente, que mañana se acaba, que no hay 'futuro', en fin. Fue bonito.

Y para seguir con la licencia, también pensé en qué hubiera pasado si las cosas se hubieran detenido en esa tarde de martes, si alguno de nosotros hubiera hablado y hubiera preguntado en voz alta qué era lo que hacíamos ahí, por qué no nos quedábamos así por un largo rato, por qué no hacíamos de ahí en adelante de todos los días un martes. Pero nunca sucedió y a las siete el hechizo se rompió y solo fuimos dos caminando por la calle, sin tomarse de la mano, sin mirarse a los ojos, solo con la urgencia de coger un taxi para direcciones distintas y separarnos y olvidar que algún día fue martes.

Hasta aquí la licencia. Hasta aquí las nostalgias.

jueves

Lo adecuado

Muy, muy a menudo me pregunto qué es lo adecuado. Soy de las que siempre toman caminos extraños, que a primera vista parecen ser los mejores o los más fáciles o los más lindos, pero casi nunca terminan siendo los adecuados. La mayoría de las veces acabo metiéndome en camisas de once varas, que luego terminan hechas girones. Pero ¿cómo saber qué es lo adecuado? ¿Existe el mecanismo que nos alerta cuando estamos metiéndonos en problemas? Y si existe, ¿qué pasa con el mío?

Bueno, digamos que no siempre he tomado caminos inadecuados. En cuanto a mi profesión no puedo quejarme, es más, casi todas las cosas han resultado tan perfectas como si estuviera conduciendo por una autopista recta, bien delimitada y señalizada. Es como si alguien me hubiera escrito tan bien mapa que casi no hay hacia dónde perderse. Por supuesto que no ha sido sencillo, para nada, pero ha sido un camino bastante recto y muy agradable. Han sido muy pocas las veces, gracias a Dios, en las que me he encunetado o me he quedado dormida.

Pero cuando el asunto tiene que ver con los hombres y con las relaciones en general los caminos sinuosos y equivocados son casi casi la norma. Siempre termino equivocándome, siempre termino optando por lo inadecuado. Y no es que no me dé cuenta, lo que pasa es que tengo una cierta inclinación hacia el peligro y los caminos culebreros. Mientras más cerca esté del precipicio, mejor y ahí cuando me equivoco, cuando pienso que ese camino culebrero es el que ma va a llevar a alguna parte, que la cercanía del precipicio es lo que me lleva hacia lo seguro y lo adecuado.

Y, entonces, el camino no es el adecuado y termino más perdida y sin gasolina y son la batería a punto de extinguirse y pensando que la próxima vez, cuando me toque escoger el camino, voy a ser lo suficientemente sabia para escoger lo que me convenga. Pero cuando me toca volver a escoger termino leyendo los mapas mal otra vez y yendo por el camino incorrecto.

En fin, yo creo que algún día, más bien, dejaré de esperar escoger los caminos y simplente poner el piloto automático y dejarme llevar. Quien sabe, por el momento ahora voy a coger mi autopista conocida, la de mi profesión, por donde sé que no voy a hallar muchos baches y cuando llegue la noche va a estar bastante iluminada. Y si en esa autopista me encuentro alguien que, andando por ella también, me haga auto stop, pues que suba y me acompañe en el camino. He dicho.