domingo

Tatuajes en el alma

Hace varios meses que me ronda la idea de tatuarme y la semana que pasó lo hice: un árbol de la vida en la espalda y una runa en la muñeca. Aunque parezca una idea loca, producto de una crisis prematura de la mediana edad, fue una decisión muy bien pensada porque así deben ser las decisiones que te van a afectar toda la vida. Mis tatuajes son, ahora, lo único permanente que tengo hasta el momento, lo único que estoy segura de que me durará toda la vida. Porque, al fin y al cabo, en este devenir que es la vida me voy dando cuenta de que las cosas no son permanentes. De hecho, a mí no me gusta lo permanente, cada vez me descubro como una mujer más de alas que de anclas; huyo de las anclas, de todo aquello que pueda significar quedarse y prometerse un para siempre, quizá por eso (o, mejor dicho, por eso) no trabajo para nadie, ni me he comprado una casa, ni un perro, ni sueño con tener un hijo o un marido. Pero en el caso de la decisión de tatuarme, lo permanente fue bien pensado, porque están ahí para recordarme cosas: por un lado mis raíces y mis alas, y por el otro, la importancia de ser paciente y entender que todas las cosas, todas, llegan a su debido momento.

Pero cuando pienso en mis tatuajes, estos que tendré en la piel toda la vida, también pienso en aquellos que se quedan en el alma, en todas esas cosas que se quedan grabadas con tinta y que nunca nunca se van. Esos tatuajes que nos duelen y que también nos potencian, esos que son la marca indeleble de nuestras luchas y de nuestros sueños, de nuestros amores y de nuestros fracasos, de nuestras esperanzas y nuestras proyecciones. De esos tatuajes tengo bastantes y todos están ahí como testimonio de lo que soy y lo que me configura. No sé si me llene la piel de tatuajes, pero sé que el alma se seguirá llenando, sé que dolerán y harán cosquillas, y tendré que cuidarlos para que no se infecten, y tal vez me arrepentiré, pero, al final, quedarán ahí como trofeos de guerra que me recordarán que las alas están ahí, preparadas siempre para vivir nuevas vidas.

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