domingo

Tatuajes en el alma

Hace varios meses que me ronda la idea de tatuarme y la semana que pasó lo hice: un árbol de la vida en la espalda y una runa en la muñeca. Aunque parezca una idea loca, producto de una crisis prematura de la mediana edad, fue una decisión muy bien pensada porque así deben ser las decisiones que te van a afectar toda la vida. Mis tatuajes son, ahora, lo único permanente que tengo hasta el momento, lo único que estoy segura de que me durará toda la vida. Porque, al fin y al cabo, en este devenir que es la vida me voy dando cuenta de que las cosas no son permanentes. De hecho, a mí no me gusta lo permanente, cada vez me descubro como una mujer más de alas que de anclas; huyo de las anclas, de todo aquello que pueda significar quedarse y prometerse un para siempre, quizá por eso (o, mejor dicho, por eso) no trabajo para nadie, ni me he comprado una casa, ni un perro, ni sueño con tener un hijo o un marido. Pero en el caso de la decisión de tatuarme, lo permanente fue bien pensado, porque están ahí para recordarme cosas: por un lado mis raíces y mis alas, y por el otro, la importancia de ser paciente y entender que todas las cosas, todas, llegan a su debido momento.

Pero cuando pienso en mis tatuajes, estos que tendré en la piel toda la vida, también pienso en aquellos que se quedan en el alma, en todas esas cosas que se quedan grabadas con tinta y que nunca nunca se van. Esos tatuajes que nos duelen y que también nos potencian, esos que son la marca indeleble de nuestras luchas y de nuestros sueños, de nuestros amores y de nuestros fracasos, de nuestras esperanzas y nuestras proyecciones. De esos tatuajes tengo bastantes y todos están ahí como testimonio de lo que soy y lo que me configura. No sé si me llene la piel de tatuajes, pero sé que el alma se seguirá llenando, sé que dolerán y harán cosquillas, y tendré que cuidarlos para que no se infecten, y tal vez me arrepentiré, pero, al final, quedarán ahí como trofeos de guerra que me recordarán que las alas están ahí, preparadas siempre para vivir nuevas vidas.

lunes

Olivia is back

Vuelvo a Olivia como quien se da una vuelta. Han pasado ocho años desde que empecé a escribir este blog y ha pasado mucho tiempo desde que lo abandoné. Como siempre, no es que no tuviera nada que decir, solo que no salen las palabras, o me olvido, o me da pereza o no le encuentro sentido a todo esto. Hace poco encontré mis viejos diarios, los de hace 20, 10, 5 años, y es curioso eso de leerte a la distancia, de entenderte a la distancia y de ver que la vida al final ha pasado y, sí, pese a los altibajos y cierta soledad constante, ha sido muy buena.
Varias veces, al leer mis diarios, sobre todo el que llevaba hace un poco más de 10 años, cuando se acabó mi primera vida, me dio ganas de retroceder en el tiempo y abrazarme largamente, bueno, abrazar a la Olivia de 24 años, y decirle/decirme que todo va a estar bien, que ese dolor no es el fin del mundo, que podré superarlo y eso me hará sentir orgullosa. Claro, si tuviera ese don tal vez la Olivia de 24 años actuaría diferente y ya no sería yo. En fin, divago.
Ahora tengo 37 años, no sé si debería decir que sigo soltera, porque tal vez eso no me resulta tan relevante, pero, sí, sigo soltera y este estado parece haberse vuelto una constante en mi vida. Hace un año decidí pasar un año de celibato voluntario, es decir, no salir con nadie, no acostarme con nadie, no besar a nadie. Puede parecer una locura, sobre todo a mi edad, en la que más bien la prisa es la que manda porque, horror de horrores, puede irse el tren. Pero lo superé y fue bueno, fue un tiempo para limpiarme, para desintoxicarme, para conocerme mejor, para aprender a estar sola más de lo que ya había aprendido a la fuerza.
Fue una buena decisión, pero ahora me siento un poco a la deriva, sí, un poco perdida en todo esto, no sé, creo que nunca dejaré de sentirme perdida. Lo que me consuela es que en 5, 10 o 20 años volveré a leer a Olivia y pensaré en venir, abrazarla/abrazarme, y decirle/decirme que todo estará bien, que estos no son más que estados del alma y que todo, todo se supera tarde o temprano.

sábado

36

La verdad es que no quiero cumplir 36. Se me hacen muchos muchos años, y sí, sé que estoy joven, pero siento que por primera vez en mis 36 años la edad me pesa. Drama Queen for ever.
Pero aparte de esta extraña sensación de sentir que tengo muchos años, vamos a la evaluación de este año. Ha sido un año muy bueno, muy intenso, demasiado intenso, indescifrable, aún no me doy cuenta de la magnitud del significado de este año para mí. 2013 ha sido el año del viaje, de un viaje largo, muy adentro de mí, muy muy adentro.
Diosito, que es tan bueno y tan generoso, me regaló en abril tres semanas a solas en el paraíso. Tres semanas en Galápagos, sola, que fueron para mí un inmenso regalo. Ese viaje me cambió la vida y me cambió las perspectivas de muchas cosas. Fue un viaje de limpieza, de vaciamiento, en el que tuve la oportunidad de dejar muchas cosas, de renovarme, de volver a mí, aunque lo chistoso de todo esto es qeu no volví a mí, volví a otra, muy distinta, no sé si más grande o más madura, pero muy distinta. Estoy viendo la vida con otros ojos y eso, debo confesar, me alucina pero también me asusta. Ese viaje al paraíso fue el mejor regalo qeu he recibido en mi vida, en serio, porque pasaron tantas cosas adentro, tantas.
Y, bueno, vacía volví. Volví a mi vida, volví a mis cosas y los regalos se fueron repitiendo. Este ha sido un año de sueños cumplidos, de planes realizados, de un aprendizaje constante y vertiginoso. Aparte de mi viaje al paraíso hice muchos otros viajes, he viajado más que en todos los años, he viajado mucho, y ninguno de mis viajes estaba en mis planes hace un año. Esto también es una muestra de lo impredecible que puede ser la voluntad de Dios y lo perfecta que es. Cada viaje que hice fue muy especial para mí, he viajado sola, con amigos, en familia y cada experiencia ha sido única y maravillosa. He conocido mucha gente interesante, me he encontrado con muchos amigos que no veía hace tiempos, he visto cosas hermosas y he besado, al menos he tratado, el corazón de muchas cosas.
En lo profesional también ha sido un año muy muy bueno, de mucha cosecha, un año para darme cuenta de que si se hacen bien las cosas no debo temer porque todo fluye. Diosito me ha regalado muchas oportunidades, una de ellas de mis más ansiadas. Empecé con mi empresa y todo está caminado, este es un tiempo de siembra. No debo conformarme solo con cosechar. Una vez cosechada, la tierra necesita ser sembrada de nuevo.
En el amor, ha sido un año de absoluta calma, de calma chicha. No he conocido a nadie, no he vivido casi nada, es parte, creo yo, de este vaciamiento. Diosito, estoy segura, guarda el vino bueno para el final de la fiesta.
Eso, siento que hay mucho que hacer todavía. Que mi vida sigue sigue y sigue. Estoy un poco cansada, me siento un poco sola, pero sé que todo esto es parte del proceso, es para algo, para que aprenda a valorar y apreciar cada uno de los regalos.
Cierto, este año estuve por primera vez en la  vida en la clínica. Y tuve que estar varios días de reposo donde mis papis. Fue una prueba de lo vulnerable que soy, de que no puedo creerme más que otros, porque al fin soy un humano, y fue también una manera de aterrizar, literalmente.Vivir con mis papis también fue interesante, valoré mucho el poder estar con ellos y tenerles en mi vida.
En fin, este comienzo de año me resulta raro, muy raro, sobre todo porque siento que no comienza nada, sino qeu todo sigue, que la vida está ahí, para ser vivida y que debo aprovechar cada instante. Carpe diem, y feliz camino.

jueves

35

Sí, 35, ya casi es 11 de enero y entraré definitivamente en la adultez, ya no seré más un adulto joven sino un adulto a secas, auch. Y. como todos los años, esta es la fecha de mi evaluación de año nuevo.
El 2012 fue un año espectacular, de los mejores que he tenido, bisiesto, feliz, tranquilo, lleno de sorpresas gratas y aprendizajes. Si bien empecé un poco con los rezagos del mal año anterior, poco a poco las cosas fueron encontrando su sitio. Pasaron muchas cosas y tan rápido que a veces no logro recordarlas. o no puedo creer que hayan sucedido, en fin.

En cuanto a lo profesional, fue un año muy bueno. Escribí mi primer diccionario, y creo que es la mejor de todas las experiencias laborales del año. Me costó mucho, fue duro y largo, pero nació y además creo que es un producto de gran ayuda para el mundo. Orgullo total. También empecé a publicar mi columna semanal en un periódico, ya lleva nueve meses y sigue en pie. Orgullo total también. Creé una asociación, que espero que dé muchos frutos. Participé en un congreso internacional representando a mi país. Conseguí un nuevo trabajo en una universidad hermosa, donde me pagan bien y valoran mi esfuerzo. Me he consolidado en mis otros empleos. La semana que viene empiezo un nuevo reto. He visto cómo este año muchas cosas se han dado muy bien en el aspecto profesional. He rechazado trabajos también porque si he algo he aprendido este año es a valorarme y darme la importancia que me merezco. En fin, ha sido un año muy bueno, de mucho crecimiento, de mucho esfuerzo y de buena cosecha, espero que también de buena siembra.

En el aspecto emocional, si bien no llegó el hombre bueno que pedí, me he sentido muy bien. Este año, como dije, he aprendido a quererme y valorarme. Ha sido un año de mucha introspección, de pensar mucho sobre mi comportamiento, de pensar mucho en mí, de mirar para adentro y aprender, he aprendido mucho. Ahora me siento una mujer más libre, más independiente, más feliz. Ha habido altibajos, como en todo, no voy a negar que no me han afectado los matrimonios de mis hermanos, pero creo que precisamente este crecimiento que he emprendido me ha hecho ver con menos drama las cosas. Eso es, he aprendido este año a bajar los niveles de drama, no lo logro de todo, soy una capricornio al fin y al cabo, pero creo que voy aprendiendo a darles a las cosas su justo valor, a no ahogarme en vasos de agua sino a vivir y vivir bien, con ganas. Tanto, que siento que no me hace falta tener a alguien a mi lado para ser feliz, lo quiero, sí, lo anhelo, lo añoro, pero sé que no es a felicidad, sé que no llegará sino hasta que esté preparada y sé también que no me voy a sentar a esperarlo, que los momentos de Dios son perfectos, así que no me apuro, no me apuro.

¿Qué más? Me cambié de casa a un depar hermoso que me encanta y en el que me siento muy cómoda y tranquila, viajé dos veces, conocí lugares espectaculares y he conocido a mucha gente interesante.
He fortalecido mis amistades y me siento feliz por eso, porque no tengo muchos amigos cercanos, pero sé que los que están son los buenos, los que valen la pena en este momento del camino, porque he aprendido a darme cuenta también que nada es eterno, y precisamente por esto debemos aprovechar lo que tenemos cuando lo tenemos.

Otra cosa que me ha ayudado mucho este año es que he sentido que he vuelto a Diosito, he vuelto de una manera más madura, más sincera y eso ha sido el mayor apoyo para sentirme como me siento.
Eso, creo que este año va a marcar en muchos aspectos un antes y un después, ya lo he dicho: es la tercera vida de la princesa gato. Siento que ha sido un año de paz, de aprender, de pensar, de reconocerme y de amarme. Me siento más fuerte, más grande, más adulta y no quiero quedarme en esta sensación, quiero seguir creciendo. Después de un año tan bueno, el reto es más grande, es hacer que este año sea mucho mejor, sea la cristalización de muchos sueños, de muchas cosas que he construido, quiero ser feliz, quiero seguir creciendo, quiero amar también y tener mucha fe para dejar todo en manos de Dios.


Eso, estoy segura de que este año también va a ser bueno, sobre todo porque sé que puedo hacer mucho para que sea así. Solo estoy agradecida... que viva la adultez.

miércoles

So far, so close

Solo eso, tan cerca y tan lejos, sobre todo tan lejos.

martes

Bodas y promesas

Resulta que en menos de un año se casan mis dos hermanos, yo soy la mayor de los tres. No es esta una entrada de queja ni de lamentaciones, ya tuve dos días para eso, sí solo dos, que fue lo que me duró la depresión 'porque ellos se casan y yo no'. No voy a negar que es raro esto de tener ya casi 35 y ver que mis pequeños empiezan a hacer sus vidas y yo sigo aquí, del otro lado, todavía confiando en las promesas del universo.
Pero hace unos meses, cuando pidieron la mano de mi hermana 'chiquita', me di cuenta de que en realidad no hay una fórmula para nada. Las historias de mis hermanos son diametralmente opuestas: mi hermano estuvo enamorado de mi cuñada a la distancia nada menos que ocho años hasta que al fin decidieron casarse, eso fue hace cuatro y de estos cuatro años, digamos que han estado unos dos juntos, porque ella no es de aquí. Pero como siempre el universo confabula para que seamos felices, el fin de semana que pasó al fin se casaron el eclesiástico, mi hermano viene en una semana y mi cuñada talvez cuando se acabe el año. Es extraño, pero es su forma de amar, es su forma de corroborar que lo que parece imposible a la vista de cualquiera es posible para Dios o el cosmos o la vida o el azar o como quiera que decidamos llamarlo.
La historia de mi hermana es corta y ordenada: se conocieron, se enamoraron, se comprometieron, compraron una casa, ya mismo se casan el civil, el eclesiástico será glamuroso, hermoso, en fin, todo bien, sin complicaciones ni esperas. No hay una fórmula, a unos les tocan los caminos cortos y a otros los largos, a unos los más rectos y a otros los más sinuosos, todo depende de la cantidad de cosas que debamos aprender hasta que al fin podamos encontrar eso que tanto buscamos.
Yo no sé cuál sea la fórmula que le calce a Olivia, solo sé que el universo también confabula por mí y que las promesas se cumplen, y que el rato menos pensado estaré contando en el blog otras historias y dando otros anuncios, no lo sé, solo sé que mientras tanto debo ocuparme de las cosas que están en mis manos, como iluminar mi camino, iluminarme...

jueves

La tercera vida de la Princesa Gato

Resulta que en durante su corta existencia, Olivia, de ahora en adelante la Princesa Gato, ha muerto ya dos veces. La primera fue como hace diez años, cuando ese novio con el que se iba a casar terminó casándose con otra. Puñalada en la espalda, otra certera en el corazón y, bum, se terminó la primera vida de Olivia. Tocó reconstruir absolutamente todo y todo es todo. Tocó recoger una por una las trizas y reconstruir a Olivia, y en este caso la segunda versión fue mucho mejor que la primera. La segunda Olivia nació más fuerte, más independiente, más decidida. En su segunda vida, Olivia hizo muchas cosas que siempre quiso: estudió, viajó, se independizó, se acostó con quien le dio la gana, amó, desamó, conoció a otro hombre maravilloso (PJ, por supuesto), se dio contra el piso, pero no murió. La muerte de la segunda Olivia fue diez años después de la primera, fue una muerte lenta y dolorosa, en la que fue cómplice y víctima, vino con ese tipo del que ni siquiera vale la pena acordarse. Olivia murió desangrada, dolida, flagelándose de la culpa por haberse dejado matar. Pero Olivia, siguiendo su vocación de gato, volvió a recoger las trizas, las botó a la basura y se reconstruyó solita. Y es ahí donde está la Princesa Gato: en plena reconstrucción, creando una tercera versión mucho más fuerte que las dos anteriores, rehaciéndose, rearmándose, reconociéndose. Y esta reconstrucción, mucho más consciente que las otras dos, sana a medida que avanza, se fortalece, alegra. No sé cuánto dure esta tercera vida, pero sé que será mucho más rica, pues no solo me siento más fuerte, sino que me siento más sabia, más centrada, más feliz con mi vida y mi persona. En fin, al final todo tiene su recompensa y estoy segura de que los frutos van a verse pronto, no sé si salgan de uno en uno o en racimos, pero veo venir la cosecha. Salud por la Princesa Gato.