viernes

Muerte a los choros

A saber: una linda cartera azul, una billetera roja con un gato que me compré en El Rastro, mi cédula, mi tarjeta de débito, mi licencia de conducir, algunas otras tarjetas más, la plata que tenía para subsistir hasta fin de mes, mi maquillaje, mi celular con todos los teléfonos importantes, el celular de una amiga, su cédula, su tarjeta de débito, su dinero, las llaves de mi casa. Y, por supuesto, la tranquilidad de caminar por las calles de mi barrio. Todo eso fue lo que se llevó anoche el choro de mierda que me amenazó son un cuchillo.

Qué huevada, la verdad es que más que nada estoy recabreada. Recabreada por varias cosas:

1. Lo que se llevó eran MIS cosas. En realidad lo único que puede servirle es el dinero y de pronto los celulares, que el hijo de puta venderá a mucho menos de lo que cuestan. Pero para mí cada una de las cosas que se llevó era valiosa, desde la linda cartera azul, hasta el más insignificante delineador que estaba en ella. Mi teléfono tenía muchos números que difícilmente pueda recuperar, de gente con la que solo me comunicaba por ese medio.

2. Hay muchas cosas que no recuperaré. Pero para recuperar las que tengo que recuperar hacen falta tiempo y dinero. En este mundo de mierda todo es trámite, nada se logra en un minuto ni es gratis y además hay que recorrer grandes distancias y una tiene sus obligaciones, que por supuesto el choro maldito no entenderá porque se busca la vida fácil.

3. Esto es lo más importante, lo que más iras me da: la mayor parte de mis 29 años he vivido en La Mariscal y nunca me había pasado nada. Adoro mi barrio, lo adoro porque todo te queda cerca, porque es vivible, por mil cosas. Hasta ahora caminar por sus calles, que me conozco de memoria no había sido un problema, siempre me he sentido segura y me jactaba de conocer los lugares por donde ir y por donde no. Ahora tengo miedo de caminar por ahí, va a tocar estar cuidándose las espaldas, mirando para todos lados, desconfiando de todos. Y eso es algo que me parece francamente triste, es triste el hecho de saber que tu lugar seguro no lo es porque de pronto puede aparecer un imbécil y amenazarte con un cuchillo y llevarse tus cosas.

Eso, ahora me siento vulnerable y eso me molesta mucho y me asusta. Lo bueno es que no me pasó nada, pero ahora quién quita que algo pueda suceder algún rato. Qué mal. Hace como año y medio me pasó algo parecido en Madrid, excepto por lo de la amenaza. En esa ocasión me robaron también todas mis cosas, mi cámara de fotos, mi celu (que era mi medio de comunicación no solo con mis amigos de Madrid, sino con mi familia y con mi gente que estaba en Quito) y mi pasaporte. En esa ocasión también fue horrible porque me quitaron la seguridad, pero lo peor fue que me tocó enfrentarme con la burocracia española, que es aún peor que la ecuatoriana y sentir todo lo que un inmigrante siente.

En fin, es cierto que no me pasó nada y estoy agradecida por eso, pero realmente me siento mal, al final nadie tiene el derecho de que le quiten sus cosas y más que nada su tranquilidad, digo yo.
Que se mueran los choros de mierda.

1 comentario:

Ti. dijo...

nunca me ha pasdo pero te aseguro que todo se paga en esta vida!!!
te quiero montones aun que a veces no te lo dejo saber muy a menudo
beso