sábado

Perdiendo ante todo el glamour

Hay días en que amanezco mal, deprimida, fea, sola, en que la vida me apesta y solo quiero volver a dormir para ver si es posible levantarme por el otro lado de la cama y borrar los días de mierda.

Hay días en que me arrepiento de decir cada una de las palabras que digo. En que me arrepiento de hablar con la gente que hablo. En los que me arrepiento de mirar, de querer, de esperar, de vivir. Esos días en los que lo primero que pierdo es el glamour y me quedo ahí, harapienta, vergonzosa, asquerosa, en medio de la calle, a la orilla de las alcantarillas.

En fin, ayer fue uno de esos días horribles. Era un día de esos que prometían porque traían promesas y un poquito de esperanzas. ¿Esperanzas de qué? Supongo que las mismas esperanzas de los últimos tiempos, de esas frágiles y mentirosas que solo te mantienen viva porque debes estar alerta para andar en la cuerda floja. Pero, bueno, abrigaba esperanzas. Y al final, cuando todo parecía bueno, se cagó, así no más, se arruinó y me dejó rotas ochenta mil cosas y con las lagrimitas en las comisuras de los ojos.

No hay mucho que decir, solo que algún día debería aprender al fin. Olivia, me digo, ya es horita, deja de ser cojuda y entiende por fin que no hay hombres que valgan la pena. Olivia, sé por favor más discreta cuando hables de tu vida. Olivia, deja de confiar en la gente como si todos fueran tan transparentes como tú. Olivia, Olivia, ante todo el glamour, no llores como una imbécil cuando todos están viendo. Olivia, deja que las procesiones y las inseguridades caminen por dentro, a nadie más le interesa. Olivia, Olivia, ¿qué son los amigos?

Pero no, al final sigo siendo sordita y cieguita y dándome contra la mismas paredes y cayéndome en los mismos huecos. Y algún día aprenderé, me digo, pero el tiempo pasa y me doy golpes en la vida que al final me dejan llena de heridas y deforme.

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