martes

No me sirve tan mansa la esperanza

Ahora para empezar cito un verso de Benedetti. Ayer ya no pude más y llamé a mi oasis, chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Sí, lo hice, para todo esto de evitarme luego dolores y no saber en qué terreno piso y por mi enferma, viciosa, pero siempre necesaria y pertinente manía de ponerles nombres a las cosas. Claro, solté la pregunta: ¿Qué esperas de nosotros, qué sientes por mí, qué quieres que seamos? Eso, bien sabemos que palabra y piedra suelta no tienen vuelta, y aunque cuesta siempre ayuda soltar las palabras.

La respuesta. Pues qué puedo decir de la respuesta. Son palabras que he oído mil veces, bueno, no mil, siempre exagero, pero digamos que mínimo se la he escuchado a unos cinco hombres. Antes, claro, debo anotar que yo nunca he preguntado así de frente a nadie qué es lo que siente por mí y qué quiere que seamos. Esas respuestas siempre han salido espontáneas de conversaciones borrachas y casi nunca les he parado mucha zona porque generalmente queremos lo mismo, solo que a veces surgen porque, bueno ya lo dije: mi enferma, viciosa, pero siempre necesaria y pertinente manía de ponerles nombre a las cosas. Qué puedo hacer, soy lexicógrafa, lo siento, todos los días trabajo con las palabras, no puedo evitar definir, las cosas existen solo cuando se las nombra.

Bueno, vamos con la respuesta. No recuerdo las palabras exactas, pero de tanto escuchar el mismo tonito me las sé casi de memoria:

- "Tú sabes que te quiero mucho" (PEROGRULLADA, es obvio que me quiere mucho, yo también, de verdad y lo agradezco).

- 'PERO (siempre tiene que haber un pero, porque de lo contrario la respuesta hubiera quedado en el te quiero mucho y un gran beso y no tendría que poner entradas en el blog ni citar a Benedetti) yo no quiero correr, no quiero ponerles nombre a las cosas, es algo que no puedo, no sé por qué pero no puedo' (ya lo dije, todos tenemos miedo, y entiendo su miedo, lo entiendo perfectamente porque a mí también me han herido y es precisamente eso lo que quiero evitar).

- 'Dejemos que las cosas fluyan, no nos apresuremos' (sí, yo sé que me apresuro, yo sé que aparte de la manía de poner nombres me embalo a lo bestia, y cómo no voy a hacerlo si siento que he encontrado al hombre con el que quiero quedarme al menos por un rato. Sí corro, vuelo, me acelero (ya que estamos con cursilerías a lo Benedetti, no tengo desparpajo en citar a Timbiriche y hacer un paréntesis dentro de otro), quiero ir deprisa, quiero las cosas para ayer, necesito urgentemente enamorarme y que alguien se enamore de mí, no puedo con este torrente. Y en cuanto a lo de dejar fluir las cosas... ya he dejado fluir las cosas muchas veces y no puedo, no puedo dejar que sigan fluyendo, no puedo seguir dejar fluyendo mi tiempo y mis sueños, mis sentimientos. No puedo dejarme fluir por ahí porque no quiero acabar hecha agua).

- 'Sigamos así viendo qué pasa' (sí, es muy fácil seguir así, sin comprometerse, pero qué le cuesta si me 'quiere', si le 'gusto', misterio de misterios).

- 'Las cosas no siempre son como queremos' (a ver, por qué no son como queremos, si somos nosotros los que hacemos que las cosas sean como sean).
- 'No te aferres' (bueno, no me acuerdo a qué me dijo que no me aferre, si a él, a las personas, a las cosas, a los sentimientos, al dolor, en fin... Yo sé que no debo aferrarme pero ahora necesito urgentemente, desesperadamente una certeza, estoy harta de oír verdades a medias, de cerrar puertas y abrir ventanas, de vivir esperanzada).

- 'Yo te quiero mucho pero tengo miedo de esto' (miedo, esa es la palabra. Yo tengo miedo de quedarme otra vez triste y llorando por los rincones y él tiene miedo de que yo ande triste y llorando por los rincones y que luego le diga cosas y le ate...).

- Ah, me olvidaba de esto: 'Pasé toda la mañana sin recibir un mensaje tuyo'. (ahora sí, quién los entiende. Si les mensajeamos todo el tiempo o los llamamos somos unas acosadoras, unas intensas. Y la verdad tengo mucho miedo de que piense que lo estoy acosando, yo pienso todo el tiempo en él, siempre me interesa saber cómo está, me encanta hablar con él, pero si esto no tiene un nombre no puedo seguirme arriesgando a que al final me manden por un tubo por ser la intensa que no deja en paz. Aparte, creo que he expresado mi interés de mil maneras, o no?).

¿Qué más? ¿Qué más? Bueno, voy a resumir, lo que él quiere es algo fresco, sin compromiso, si algún rato se da pues se dará lo que sea, pero me quiere mucho eso sí y lo juro que no lo dudo, no lo dudo porque no es un hombre como los otros, no es un imbécil, pero me temo que no queremos ir por el mismo camino, o quizá sí, pero yo no puedo seguir esperando como una imbécil a ver cuándo se da la cosa. No puedo seguir por ahí haciendo el amor (palabras mayores, con la mayoría de mis amantes solo he tenido sexo y por eso no termino temblando) y sintiendo cosas si al final no sé adónde me llevan. Sí, se que con todo esto contradigo eso de la teoría del viaje, de que no quiero quedarme quieta, pero ahora necesito quedarme quieta, no quiero seguir teniendo amantes para luego dormir sola y no sentir un abrazo cuando lo necesito ni poder abrazar cuando alguien me necesita. O sea, sí estoy corriendo, estoy yendo aprisa, pero es porque me urge llegar a algún sitio.

No puedo, quizás algún día me detenga, quizás algún día entienda que por mi bien y por el bien de mi corazón y de mis sentimientos tengo que dejar de apresurarme. Quizá algún día él o alguien entienda que la manía de poner nombres es solo porque necesito saber sobre qué terreno piso, que me urge entregarme por completo pero que no puedo ni siquiera hacer el intento porque me cago de miedo de que por no tener certezas me despierte en el desierto. No voy a negar que estoy triste, que me muero de tristeza que no puedo dejar de llorar desde anoche y que ahora mismo, frente a la computadora, se me salen las lágrimas, pero no puedo, no puedo seguir con esto porque hay urgencias que no pueden esperar. Yo no puedo esperar, no quiero esperar, ya he esperado demasiado, incluso a él lo he esperado demasiado y no puedo.

Solo para terminar recuerdo esa historia de la princesa que tenía que escoger marido. Nadie le convencía. Hasta que vino un soldado y le dijo que él no tenía nada que ofrecerle, pero para que viera cuánto la amaba se iba a sentar bajo su ventana durante cien días sin moverse. Ella aceptó. Entonces él se sentó, soportó lluvias, tempestades, soles intensos, pero nunca se movía de abajo de la ventana. Ella salía de vez en cuando a la ventana para comprobar que él estaba ahí. Los días pasaban y la gente del reino estaba contenta porque pronto tendría a su príncipe. Pasaron los días y en el día 99, cuando faltaban pocas horas para que llegaran los cien días, el soldado se levantó y se fue. Cuando luego le preguntaron por qué había hecho eso, el solo respondió: 'Porque ella no fue capaz de ahorrarme un segundo de espera'. Y eso, yo tampoco quiero esperar, lo siento, necesito correr... En fin, no me sirve tan mansa la esperanza, no me sirve.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida mía, la historia del soldado y la princesa es tan, pero tan cierta, tan acertada...
Te mando mi abrazo virtual, ya te dará uno en vivo. Es duro decidir, pero ya que tomaste una decisión me parece sensato no doblegarse. Y citando una vez más, como tanto nos gusta, hay una pelìcula mexicana que se llama "Amar te duele" o "Amarte duele", y efectivamente, la mayoría de veces duele, duele, y mucho. Pero los amigos están, así que a cuatro pisos te espero, como siempre.

Ti. dijo...

mi guapa... que los,oasis van y vienen. hay que quedarse lo que se pueda y luego seguir la siguiente. espero que todo vaya mejor. Una amiga a 4 pisos y la otra la vuelta de esquina

Olivia dijo...

Gracias, gracias amigas, de seguro todo será más fácil porque les tengo a ustedes. Un abrazo muy grande.