jueves

Yo pertenezco, tú perteneces

Los grupos. Ahora estaba hablando con una amiga y me puse a pensar en que durante la mayor parte de mi vida he pertenecido a grupos. El primero que recuerdo clarito fue el de la Guías Scout, sí lo confieso, fui una guía scout y nuestro lema era: Hoy, bien. Mañana, mejor. Siempre, listas. Al final me aburrí de las scout... eran como muy ñoñas y nunca tuve amigas.

Luego vineron los típicos talleres, que de periodismo, que de serigrafía, que de música, etc., etc., etc. Luego un taller de literatura que al final desapareció. Lo que no me gustaba de ahí era que todo el mundo se creía el superpoeta, vamos, nadie lo es.

Al final, lo grupos religiosos. De mis 29 años (otra gran confesión del día de hoy) estuve en ellos como 14, muchísimo tiempo, casi la mitad de mi vida. Ahí aprendí muchas cosas, conocí mejor a Dios, aprendí a tenerlo como el amigo con el que compartes la vida, que te cuida, que te protege, que te putea, te abraza, pero sobre todo está ahí para ayudarte a crecer y a vivir y a servir y a ser un mejor ser humano. Aprendí que el servicio no es una caridad, sino una obligación moral con el mundo, con la vida, con la humanidad, con el futuro. El servicio es mucho más que hacer obra social.

En estos grupos conocí a personas increíbles capaces de jugarse la vida, la seguridad, por los demás. En fin. Pero al final me fui, llegó un momento en el que me saturé de los grupos y decidí irme. No me gustó más ese afán de uniformidad, eso de ser todos iguales, de hablar igual, de pensar igual, de seguir los mismos patrones. Creo que ese es el problema de los grupos, la mayoría de veces terminan siendo una secta, en la que no es bien visto el que no es igual y creo que en el fondo yo nunca he sido igual a nadie.

Eso, fueron lugares, momentos, personas, situaciones que aportaron en mi vida algo en un momento determinado, que me enseñaron cosas, que me dieron alas o me las cortaron, que me ayudaron a descubrir algo más de mí, pero de los que ya no queda mucho aparte de una que otra anécdota y una que otra enseñanza... y uno que otro amigo, en fin.

Es interesante esta necesidad que tenemos los seres humanos de pertenecer a algo, de identificarnos con algo o con alguien, de sentir que llevamos una señal que nos identifique, de diferenciarnos de los otros aunque terminemos siendo igualitos a nuestro grupito. Parece que resulta inevitable no pertenecer a grupos, empezando porque nacemos en una familia, que de por sí es un grupo, y continuando con que siempre estamos agrupados: en las aulas, en el trabajo, en la pareja. Es imposible vivir solo, lo que no es imposible es ser uno mismo, ¿no?

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