lunes

Noviembre

Empezó noviembre y cada vez se acerca más el fin de año. Cada vez se acercan más los treinta. Y cada vez se hace más fuerte esa sensación de que el tiempo pasa volando, de que algo se descompuso en el mecanismo de los días y los meses, y las fechas, las celebraciones, los olvidos, todo, se va sucediendo tan abruptamente que asusta.

He estado muy callada este tiempo. Cada vez que he intentado escribir algo aquí me he descubierto sin palabras. Y también sin respuestas. La verdad debo confesar que lo que más me asusta es encontrarme sin respuestas. Como sin abrazos. Hoy desperté pensando en eso. ¿Hace cuánto tiempo no me dan y no doy un abrazo? Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que abracé. Y no me refiero a esos abrazos que das de vez en cuando, cuando encuentras a alguien a los tiempos, cuando deseas un feliz cumple, cuando felicitas, cuando te condueles. No. Me refiero a esos abrazos en los que puedes fundirte, en los que sientes que se te van las penas, en los que llegas a entender al fin que no estás sola, que hay alguien ahí que se ofrece a sostenerte. Y alguien a quien puedes sostener, porque los abrazos, los abrazos de verdad, no sirven si solo los recibes y no los das. A veces hasta siento que se agotó mi capacidad de abrazar y de recibir abrazos, yo he sido siempre muy reacia al contacto físico, pero siempre he necesitado abrazos. Como respuestas. Y, aunque sé que esto es para mí una catarsis, nadie me lee, que no hay respuestas...

Noviembre llega con muchas cosas. Llega con pequeños triunfos en mi trabajo, con pequeños tropezones, con grandes enseñanzas. Llega con un nuevo reto académico que me llena de emoción, de ilusión, de orgullo, pero también de incertidumbres. Llega con un poco de cansancio acumulado. Llega en silencio, sin romances a la vista, sin ganas de conocer a nadie, pero en el fondo con ganas de enamorarme. Llega con la necesidad de ver a mis amigos, con el apremio de aprovechar los momentos, las charlas... En fin, llega y a veces siento que no hay nadie que pueda recibirlo, que yo me quedé por allá en algún agosto y estoy más retrasada al tren de lo que he estado siempre.

Noviembre llega con lluvias y días grises, son pocas certezas y grandes incertidumbres. A veces no sé si detenerme junto a la ventana y ver cómo llueve mientras tomo fuerzas o salir a lluvia para fundirme en algo. En fin, perdón por la tristeza.

2 comentarios:

Ti. dijo...

cuando nos vemos para un abrazo? sin promar y sin más remedio que hacerlo.
Una aclaración que no haya comentarios no significa que no te lea. A veces no se tienen nada que decir.. solo leer

Vagandomundos dijo...

hola again. esa es mi nueva frase en el chat, jeje. Eso de los abrazos me recordó lo que más extrañé mientras viví en Madrid: los abrazos. Y claro, uno no siempre abraza, o porque no se acuerda o porque no hay a quién, o porque hay siempre alguien que le abrace y el abrazo pierde la intensidad por el uso. En Madrid tuve muchos amigos, grandes amigos, y sin embargo nadie me abrazó hasta que llegaron de visita mi mamá y mi ex, y claro, me deleité teniendo a Europa y a los abrazos juntos.
En fin... un buen abrazo te hace sentir como en casa, es como un lugar lleno de olores y sensaciones añoradas... entiendo lo de añorar un abrazo...